La extraordinaria obra de Rafael Alberti (1902-1999) es, sin duda alguna, una de las más significativas del grupo poético de 1927 (también llamado “Generación del 27”) y la que manifiesta buena parte de la evolución del género lírico en lengua castellana entre los años veinte y los años sesenta. Su importancia como figura de la gran poesía escrita por este grupo es sólo comparable a la de Federico García Lorca, Luis Cernuda o Vicente Aleixandre, y su influjo en las generaciones posteriores –españolas e hispanoamericanas- es incuestionable a la hora de realizar un balance de los significativos aportes, que en el siglo XX, ha entregado la lírica peninsular desde Antonio Machado o Juan Ramón Jiménez hasta Miguel Hernández, José Ángel Valente y Jaime Siles.
La partida de este poeta universal, intenso y comprometido, rompe el último vínculo vivo entre los autores históricos y los poetas actuales. De alguna manera, la lírica española inicia una etapa de huerfanía con su tradición y puede (y debe) valorar aún más los inconmensurables aportes de la llamada “Edad de plata” (aproximadamente entre los años 1920 y 1940) de la historia de su poesía.
Desde ese punto de vista, es necesario comprender y revisitar la obra de Rafael Alberti: observando su evolución, estudiando sus proyecciones, rastreando cuidadosamente su potente influjo en una parte importante de la lírica castellana de este siglo. Comprendiendo su trayectoria, sus intenciones, sus hallazgos, se podrá entender una buena parte de los rasgos más importantes de la poesía contemporánea.
Con la aparición de su primer libro, Marinero en tierra (1925) su voz se destaca como una de las más notables dentro de su grupo poético (1) . Precedido por el reconocimiento del Premio Nacional de Literatura de 1924, Alberti se consolida como un autor que, partiendo de las tradiciones andaluzas y la inteligente lectura de los cancioneros de los siglos XV y XVI, constituye (paralelamente a García Lorca) una poesía neopopularista como ha sido señalada por la crítica especializada (2) . Y es que tanto Alberti como García Lorca pueden ser considerados como auténticos “crisoles” donde confluyen y se actualizan las formas líricas más tradicionales junto a las tendencias vanguardistas de su época. De manera brillante, sus obras reúnen el peso de las grandes figuras del medioevo y de los “Siglos de Oro” junto a los recursos más arriesgados y renovadores que, en los albores del siglo XX, se ensayaban tanto en la literatura europea (expresionismo, cubismo literario, surrealismo, etc.) como en algunas voces de la literatura hispanoamericana (Huidobro, Neruda, Vallejo, etc.). Los versos transparentes, evocadores y hasta autobiográficos de Marinero en tierra (3), seducen al lector por su belleza y sencillez, produciendo el prodigio de un compromiso inmediato entre el hablante y el receptor quien no deja de sorprenderse por una increíble fluidez del verso desde las primeras páginas:
El mar. La mar.
El mar. ¡Sólo la mar!
¿Por qué me trajiste, padre,
a la ciudad?
¿Por qué me desenterraste
del mar?
En sueños, la marejada
me tira del corazón.
Se lo quisiera llevar.
Padre, ¿por qué me trajiste
acá?
(“I”)
Otro tanto acontece con ese diálogo con la tradición lírica española, donde la voz de los grandes poetas es actualizada de una forma juguetona, plena de humor, aunque no carente de una confesada admiración:
Si Garcilaso volviera,
yo sería su escudero;
que buen caballero era.
Mi traje de marinero
se trocaría en guerrera
ante el brillar de su acero;
que buen caballero era.
¡Qué dulce oírle, guerrero,
al borde de su estribera!
En la mano, mi sombrero;
que buen caballero era.
(“XII”)
Esta capacidad de integración del tono popular y de los clásicos castellanos será una virtud permanente en toda la producción albertiana. Aunque en algunos momentos de su trayectoria parece alejarse de este tratamiento tan singular, con el tiempo regresará a sus fuentes andaluzas y a las formas tradicionales que, hasta sus últimos poemas, seguirán presentes de forma indudable.
La vasta producción de Alberti es continuada por libros de intensísimo lirismo y belleza: La amante (1925), El alba del Alhelí (1927) y Cal y Canto (1929). Este último, escrito entre 1926 y 1927, iniciará una etapa muy importante para la poesía española de este siglo y señala una de las características más representativas del grupo poético de 1927: el “gongorismo”. Considerado como el segundo momento de su trayectoria literaria, el gongorismo en su poesía será el fruto de la investigación, recuperación y hallazgo de la figura del gran poeta barroco Don Luis de Góngora (4) . Precisamente en Cal y Canto, el poeta incluirá una serie de textos titulados “Homenaje a Don Luis de Góngora y Argote (1627-1927)”, donde confirmará su maestría en el uso del verso clásico realizando una paráfrasis notable de la escritura del cordobés:
Conchas y verdes líquenes salados
los dormidos cabellos todavía,
al de una piedra sueño, traje umbroso
vistiendo estaban, cuando desvelados,
cítaras ya, esparcidos,
por la del viento lengua larga y fría
templados y pulsados
fueron y repetidos,
que el joven caminante su reposo
vió, música segura,
volar y, estrella pura,
diluírse en la Lira, perezoso.
...
(De “Soledad Tercera, Paráfrasis Incompleta”)
Paralelamente al gongorismo, Alberti iniciará una escritura que la crítica ha calificado como surrealista. Libros como Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos y Sobre los ángeles (considerado históricamente como su libro más importante), ambos publicados en 1929, lo consagrarán como un autor que busca incansablemente todos los procedimientos posibles para alcanzar una intensidad lírica desde ángulos aparentemente opuestos, pero que él logra aunar transformándolos en complementarios. Esta sabia perspectiva, que no opone tradición a vanguardia, es quizás una de las lecciones más significativas que asienta la obra albertiana. Una mirada integradora, que rescata la tradición pero que no se rinde a ella, que sondea en la actualidad y en sus posibilidades, que no renuncia a intentar una síntesis que justamente es una de las claves para conseguir la pretendida “originalidad” tantas veces buscada casi obsesivamente por algunos poetas hasta la actualidad. Por otra parte, la introducción del humor (una característica paradigmática de la vanguardia) y la aparición del verso libre y blanco, en conjunto con la utilización de la imagen como centro articulador del poema (5), pueden aseverar con propiedad que Alberti se encuentra entre los poetas españoles (junto a Aleixandre, a García Lorca y a Cernuda) que fueron influenciados por el surrealismo. Como ejemplo de este momento albertiano, puede citarse el jocoso poema escénico (incluido en Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos), “Buster Keaton busca por el bosque a su novia, que es una verdadera vaca”:
..
¿Eres una dulce niña o eres una verdadera vaca?
Mi corazón siempre me dijo que eras una verdadera vaca.
Tu papá, que eras una dulce niña.
Una dulce niña,
Una verdadera vaca.
Una niña.
Una vaca.
¿Una niña o una vaca?
O ¿una niña y una vaca?
Yo nunca supe nada.
Adiós, Georgina.
(¡Pum!)
Pero el surrealismo albertiano debe también entenderse con la lectura de su libro Sobre los ángeles. Este texto, capital en su producción, aúna la imagen tradicional, fruto de sus lecturas bíblicas, con una visión humanizada de los personajes celestiales. Configurando una galería inigualable, Alberti consigue combinar un tema aparentemente clásico con procedimientos formales surrealistas y, más que eso, situar al hombre contemporáneo como un ser nostálgico del paraíso perdido (un tema central en toda la producción del poeta) que evidencia su soledad y su insatisfacción con la realidad:
...
¿Adónde el Paraíso,
sombra, tú que has estado?
Pregunta con silencio.
Ciudades sin respuesta,
ríos sin habla, cumbres
sin ecos, mares mudos.
...
Silencio. Más silencio.
Inmóviles los pulsos
del sinfín de la noche.
¡Paraíso perdido!
Perdido por buscarte,
yo, sin luz para siempre
(“Paraíso Perdido”)
Junto a esta entrada al universo angelical, Alberti va describiendo los distintos seres celestiales que, como en la mitología griega, son el reflejo de las virtudes y defectos del ser humano. Así se hallará “El ángel rabioso”, “El ángel mentiroso”, “El ángel bueno”, “El ángel avaro”, etc. Entre todos estos, “El ángel, ángel”, un retrato del más puro (y tal vez uno de los más líricos):
Y el mar fue y le dio un nombre
y un apellido el viento
y las nubes un cuerpo
y un alma el fuego.
La tierra, nada.
Ese reino movible,
colgado de las águilas,
no la conoce.
Nunca escribió su sombra
la figura de un hombre.
La proclamación de la II República Española será un hecho que marcará profundamente a Rafael Alberti al igual que a muchos otros intelectuales y artistas españoles. Significará un despertar político y otro cambio importante en su escritura poética. Poco a poco, los problemas sociales, las luchas ideológicas, las carencias y las esperanzas se irán apoderando de su discurso, hasta el punto que Alberti denominará a la escritura de esta época bajo el título de El poeta en la calle (6). El trágico estallido de la guerra civil aumentará el compromiso político del autor (7), quien adoptará la forma romance (de fácil memorización y arraigada en la conciencia popular española) junto a un ánimo exhortativo y un espíritu beligerante que defendía con gran intensidad los ideales traicionados por el ejército (8) . Así, libros como De un momento a otro (1937) o Capital de la gloria (1938), junto a la publicación de muchos poemas en diversas revistas de la época (“Hora de España”, “El mono azul” y “Octubre”, ésta última dirigida por el propio Alberti) serán la respuesta del poeta a una terrible realidad que terminó fracturando en dos a España por casi cuarenta años, con aproximadamente un millón de muertos y un larguísimo exilio que afectaría no sólo a Rafael Alberti, sino a la mayoría de los poetas, escritores, artistas e intelectuales de la España de la época.
Del período de la guerra civil hay una considerable cantidad de poemas de gran emotividad y honda denuncia. Entre ellos es posible destacar el “Romance de la defensa de Madrid” (9) , donde el poeta realiza un homenaje a la capital de España que resistió hasta el final de la guerra toda clase de ataques, cercos y bombardeos:
Madrid, corazón de España,
late con pulsos de fiebre.
Si ayer la sangre le hervía,
hoy con más calor le hierve.
...
Los hombres, como castillos
igual que almenas sus frentes,
grandes murallas sus brazos
puertas que nadie penetre.
Quien el corazón de España
quiere asomarse, que llegue.
¡Pronto! Madrid está cerca.
... (10)
Terminada la guerra el poeta debe salir al exilio. Primero a Francia, luego a Argentina y por último a Italia. Reside por largas temporadas en cada uno de estos países y su escritura se hace eco de la denuncia contra el régimen franquista. Por otra parte, su poesía inaugura ese “estallido de la nostalgia” que señala Ricardo Gullón (11) : una instancia de reflexión sobre la pérdida de la patria y una recuperación a través de las tradiciones –clásicas y populares- del espacio de lo hispánico en el reconocimiento de los americano y europeo, como el descubrimiento de realidades que evocan permanentemente su Andalucía natal y el paisaje ibérico y su reafirmación en la lectura de los autores españoles y en la escritura de poemas evocativos. De esta época y rememorando el exilio de miles de españoles que llegaron a tierras americanas, es su libro Coplas de Juan Panadero (1949-1953) (12). En él Alberti da la voz al español común y corriente, al obrero, pescador o campesino que llega al nuevo continente e recomienza su vida (13) :
1
Juan Panadero de España
tuvo, cuando la perdió,
que pasar la mar salada.
2
Pero aunque la mar pasó,
Juan Panadero de España
ni se fue ni se perdió.
...
9
Pobre y con el alma llena
de mis mares, pescador
fui por las mares chilenas.
10
Con gallegos y asturianos,
vascos y santanderinos,
pescador en Talcahuano.
11
Chile, ¿quién podrá olvidarte?
Juan Panadero de España
te cantará en todas partes
... (14)
(“Juan Panadero en América”)
Utilizando al mismo personaje, Alberti continuará la escritura de las coplas una vez que finalice su exilio. Su regreso, coronado con un escaño en las Cortes como diputado por el Partido Comunista, se impregnará de las luchas y reinvindicaciones de una España que iniciaba su tránsito a una democracia completa. Así, las Nuevas Coplas de Juan Panadero (1976-1979) (15) reunirá poemas que enfrentan la realidad de esa España que intentaba zafarse de los lastres franquistas y conciliar con la monarquía una salida pacífica a cuarenta años de divisiones y a las heridas de la guerra civil. Poemas como “Coplas de Juan Panadero a Dolores Ibarruri en su retorno a España” o “Coplas de Juan Panadero para el SI a la Constitución” -tal vez no sus mejores escritos pero rebozantes de pasión y entrega a la causa de una España democrática- serán fieles testimonios de un intento por fundir el tono popular de su escritura con los temas más candentes y de dominio común.
De esta misma época datan algunos versos estremecedores que el poeta dedicara póstumamente a su amigo Pablo Neruda . Como claro intertexto están los poemas que el chileno compusiera a la tragedia de la guerra civil en su extraordinario libro España en el Corazón:
No dormiréis, malvados de la espada
cuervos nocturnos de sangrientas uñas
tristes cobardes de las sombras tristes
violadores de muertos, no dormiréis.
Su noble canto, su pasión abierta,
su estatura más alta que las cumbres
con el cántico libre de su pueblo
os ahogarán un día, no dormiréis.
Venid a ver su casa asesinada
la miseria fecal de vuestro odio
su inmenso corazón pisoteado
su pura mano herida, no dormiréis.
No dormiréis porque ninguno duerme
no dormiréis porque su luz os ciega
no dormiréis porque la muerte
es solo vuestra victoria,
no dormiréis jamás porque estáis muertos. (17)
(“A Pablo Neruda en el corazón”)
Esta poesía civil, comprometida, de denuncia, será quizás la que más se haya divulgado del poeta gaditano. Sin desmerecerla por su fuerza, creo que ha llegado la hora de redescubrir la vastedad y riqueza de una obra que debe ser considerada no sólo como testigo de una época, sino como protagonista de un tiempo que, en la “sana inconformidad” (tan olvidada en este último tiempo de pactos, consensos y comodidades) no sólo buscó, sino que halló los mecanismos necesarios para que la poesía abandonara su armónica cadencia de rima de salón para describir el salto de la vanguardia que apunta a cielos, a veces muy lejanos, o para fundamentar el indispensable sentimiento de pertenencia, de raíz, de tierra, que todos los seres humanos en su apetencia angelical y telúrica habrán de conciliar en la certidumbre y la duda de la palabra poética.
Santiago de Chile, diciembre de 1999 - enero del 2000
1. Tal como el propio Alberti asevera en sus bellísimas memorias, La arboleda perdida (1942), es curioso señalar que su primera vocación no la constituyó la literatura, sino la pintura. A pesar de abandonar formalmente el cultivo de ésta, su presencia es insoslayable en toda su producción (sobre todo en su libro A la pintura). De igual manera, el poeta jamás dejó totalmente el dibujo, disciplina que continuó hasta su muerte.
2. Ricardo Gullón ha estimado varias etapas en la producción albertiana. Así, su escritura puede marcarse por una evolución en cinco momentos ampliamente reconocidos por la mayor parte de sus exégetas: neopopularismo, gongorismo, surrealismo, poesía política y estallido de la nostalgia. Vid. Gullón, Ricardo Alegrías y sombras de Rafael Alberti (primer momento) en “Ínsula”, N. 198, Madrid, 1963; Alegrías y sombras de Rafael Alberti (segundo momento), en “Asomante” N. 2, 1965. De igual forma el importante capítulo de Miguel García Posada, La poesía de la generación de 1927: Federico García Lorca y Rafael Alberti en Rico, Francisco, Historia y Crítica de la Literatura Española. Volumen VII: Época Contemporánea (1914-1939). Editorial Crítica. Barcelona, 1984.
3. Todas las citas de textos poéticos, salvo que se especifique otra fuente, provienen de Alberti, Rafael. Antología Poética. Editorial Losada. Buenos Aires, 1945 (2da. edición).
4. Es importante señalar que precisamente es en 1927 cuando la gran mayoría de los poetas de este grupo (y de allí proviene el nombre “del 27”) se reunirían -gracias al apoyo financiero del torero Ignacio Sánchez Mejías- en el Ateneo de Sevilla para conmemorar el tricentenario de la muerte del poeta cordobés. Una lectura poética, recordada por su recepción apoteósica, uniría las voces de Rafael Alberti, Federico García Lorca, José Bergamín, Luis Cernuda, Jorge Guillén y Dámaso Alonso entre otros.
5. A la par de una mayor libertad estilística que se manifiesta en el tono de los poemas y en la utilización del espacio en blanco y de los recursos gráficos.
6. Aunque la publicación de una antología con este título será bastante tardía (Edicions de la Librerie du Globe, París, 1966; incluye un poema de Pablo Neruda), ya en otras publicaciones el autor había manifestado su interés por agrupar bajo este título a su poesía civil y comprometida.
7. Como es bien sabido, el caso de Pablo Neruda será similar. El poema-libro España en el corazón (1937) es el testimonio más evidente.
8. Para revisar las particularidades y funciones de la poesía de guerra (comunes a la mayoría de los autores, tanto republicanos, nacionalistas como extranjeros), Vid. Morales, Andrés. Estudio Introductorio a España Reunida. Antología poética de la guerra civil española (1936-1939). Editorial Red Internacional del Libro. Santiago de Chile, 1999.
9. Publicado en la revista “El mono azul” el 29 de octubre de 1936.
10. Incluido en España reunida. Antología poética de la guerra civil española (1936-1939). Op. Cit.
11. Vid. nota 2 de este artículo.
13. Alberti, Rafael. Coplas de Juan Panadero (1949-1979). Editorial Bruguera. Barcelona, 1979.
14. Sin duda alguna hay una mención elíptica al épico viaje del barco “Winnipeg” que trajo a millares de exiliados españoles gracias a las gestiones de Pablo Neruda, el gobierno del presidente Pedro Aguirre Cerda y el S.E.R.E.
15. Alberti, Rafael. Coplas de Juan Panadero. (1949-1979). Op. Cit.
16. Reunido en el volumen Coplas de Juan Panadero (1949-1979). Op. Cit.
17. Incluido en la Cantata de la Resistencia, grabada por Alberti junto a la ntante venezolana
Soledad Bravo.
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