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jueves, 29 de julio de 2010

"METRÓPOLIS" DE FRITZ LANG Y "POETA EN NUEVA YORK" DE FEDERICO GARCÍA LORCA por ANDRÉS MORALES








La gran mayoría de los estudios en torno al libro Poeta en Nueva York (1940) de Federico García Lorca abundan en la idea que este es un texto influenciado, fundamentalmente, por la vanguardia surrealista. Olvidan que este poemario ha de considerarse como un verdadero "crisol" de la avant garde donde confluyen una buena parte de los movimientos vanguardistas de la época. Filiar este libro como un sucedáneo surrealista es sólo limitar el extraordinario esfuerzo (y la emoción extraordinaria) que García Lorca imprimió en sus páginas.
Por otro lado, la crítica académica pocas veces integra con propiedad otras fuentes que no provengan del mundo libresco. Pareciera que los poetas sólo se nutren de sus experiencias -anécdotas vividas-, de su intelecto, o de sus lecturas más o menos acabadas con influjos que, sin duda, pueden ser incuestionables, determinantes y hasta indispensables.
El riquísimo universo del poemario escrito durante la estancia en Nueva York de García Lorca, Poeta en Nueva York (publicado póstumamente casi simultáneamente en México y Nueva York en 1940) es un ejemplo de la rica integración que un poeta hace de todos los medios, experiencias, sueños, fantasías, escuelas, estilos y lecturas. Demarcarlo, insisto, bajo uno o dos influjos es no reconocer su ancho y alto vuelo que supera, con creces, cualquier lectura que reduzca su inmensidad a algunos nombres esenciales para entender su arquitectura.
Desde que aparece este texto (que ha tenido una historia difícil que ha impedido su fijación exacta con un corpus de poemas definitivos) la crítica lo recibe como uno de los libros vanguardistas más interesantes que se hayan jamás escrito en la península ibérica. Sólo los poemarios de Juan Larrea, Versión Celeste, de Gerardo Diego Poesía de Creación (compilación de su obra creacionista) y algunos de los poetas ultraístas (muy menores si los comparamos con los ya indicados) pueden señalarse como frutos de una real escritura de vanguardia. Otros escritores como Gómez de la Serna, Moreno Villa, Cansinos-Assens, Espina, Garfias o el mismo Juan Ramón Jiménez en su tardío y bellísimo poema Espacio asumen las enseñanzas o principios de una u otra escuela o, incluso, como los jóvenes de Ultra, realizan una síntesis curiosa e irregular de las distintas manifestaciones de avanzada que en esos años empezaban a transformar el panorama de las letras europeas. El caso de Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda o del hoy casi desconocido Emilo Prados pueden -con mayores y menores cercanías- asimilarse al surrealismo más ortodoxo. Pero es Federico García Lorca quien tiene la poderosa capacidad de integrar con maestría -y sin caer en aquellos dudosos collages de los poetas ultraístas- las distintas fuentes que, desde la llegada de Vicente Huidobro a Madrid en 1918, los jóvenes escritores de entonces empezaron a conocer, valorar e imitar. Y no se trara, he aquí su aporte genial, de plagiar un estilo o, peor, de parafrasear una retórica al uso en ese entonces: por el contrario, García Lorca consigue fundir como suyas todas las fuentes que de uno u otro modo está vivamente usando. Este procedimiento no es nuevo en su modo de poetizar, lo ha venido haciendo desde sus primeros libros y lo continuará realizando en los que sigan a Poeta en Nueva York. Si se revisa con cuidado Romancero Gitano, Poema del Cante Jondo y, con mayor razón, sus libros posteriores como Llanto por Ignacio Sánchez Mejías o Divan del Tamarit, se comprobará que Lorca utiliza algunas imágenes que pueden filiarse como surrealistas, reactualiza formas tradicionales (el romance, el soneto, las casidas y gacelas, etc.) o voces clásicas de la poesía española (Luis de Góngora, Lope de Vega, etc.) y dota a sus poemas de un contexto extraliterario tan importante que, a veces, es necesario conocerlo acabadamente para conseguir una imagen completa de la obra que se lee. El flamenco, la música clásica y popular, las nanas o canciones infantiles, el cine mudo, la pintura y el teatro de la época, la historia de España, las hagiografías de los santos populares en Andalucía, etc. son elementos que no deben considerarse como "secundarios" sino, fundamentales a la hora de revisar la "anatomía" -si cabe el término- de su obra poética.
Este procedimiento de integración que vemos en la obra lorquiana es quizá, uno de los secretos que hacen de su poesía una fuente conciliadora para eruditos, lectores ingenuos, público iniciado y público lego: todos, sin excepción, encontrarán un elemento, un verso, una estrofa o un poema que satisfaga sus expectativas frente a esta obra. El propio Federico nos señala en su prodigiosa poética escrita para la famosa Antología de poesía española contemporánea que editase Gerardo Diego en 1934:



"(...) Quemaré el Partenón por la noche,
para empezar a levantarlo por la mañana
y no terminarlo nunca." (1)



La idea de la necesaria tradición que hay que abandonar -conociéndola- para construir una nueva tradición que no niega el pasado, sino que lo integra en una continuidad extraordinaria que no acaba nunca, que se proyecta en una obra abierta que ha nacido en todo el arrebato de la modernidad y que, al mismo tiempo, tiene sus basamentos en el entramado de fuentes, voces y textos del sutil tejido que llamamos historia.
Pero pensar en García Lorca, sobre todo en estos tiempos de tanto revival, como un "reconstructor", un "revisionista" o un nostálgico por el pasado es otra forma de reduccionismo estéril. Es necesario insistir en su capacidad (hasta lúdica) de saltar desde el pasado al presente, de lo clásico a la vanguardia, desde Góngora a Darío, desde lo probado hacia lo desconocido... Este es uno de los méritos de un poeta que se enfrenta al problema de poetizar desde las partes hacia el todo, es decir, un poeta que escribe mirando hacia aquello que puede parecer irrelevante, pequeño, detallista, pero que en su íntima composición contiene un retrato a escala de las miserias y bondades del macrocosmos exterior. Dicho todo lo anterior es menester entonces dedicarse a ampliar nuestra mirada sobre la obra del poeta granadino. Quedarse en los referentes literarios o en su extraordinaria, riquísima e interesante vida es sólo acceder a una parte de su mirada. Sin parecer excesivamente tajante, pienso que éste es uno de los defectos que la crítica repite de una forma pasmosa. Sólo hoy, algunos pocos exégetas lorquianos parecen haber entendido que su vida y su obra están contenidas en un marco mayor que no sólo es histórico anecdótico o puntual, sino que abarca la interdisciplina en toda la extensión de la palabra. Como apostilla, creo indispensable que la obra de todo poeta sea abordada de esta manera y no como un ente separado del creador o como fruto de la historia o como síntesis estética de un período. El poeta observa al mundo desde su condición de parte de éste (un ser observado y observador) relativizando lo que ve, perturbando su entorno y perturbándose a sí mismo con todo el amplio espectro de situaciones, lecturas, experiencias, visiones, sueños y deseos que como ser activo y sensible lo hace cómplice de ese macrocosmos del cual es deudor y adeudado.
El caso de Poeta en Nueva York es quizá un ejemplo paradigmático de lo que antes se ha afirmado. Su génesis ha sido ampliamente tratada por Ian Gibson en el volumen II (2) de su indispensable biografía Federico García Lorca y se ha visto complementada con la edición de las cartas y conferencias con motivo de este viaje en la ya, desgraciadamente desaparecida, Revista "Poesía"(3). De igual forma la crítica especializada ha enfrentado este texto como uno de los más importantes de toda la producción lorquiana (4) abundando bibliografía sobre los múltiples aspectos que deben explorarse en este libro. Lo que si llama la atención es la escasa atención que han dado los estudiosos a la presencia de influjos de otras vanguardias (y que de paso consignamos aquí como marcas importantes del surrealismo, expresionismo, cubismo literario y creacionismo, pero que debido a la naturaleza de este escrito no podemos desarrollar dada su extensión) y más aún a la casi nula atención que se le ha otorgado a otras fuentes "literarias" y "no literarias" que, a mi juicio, incuestionablemente, han de ser estudiadas (5).
Dentro de aquellas fuentes "no literarias" que deben considerarse y que aparece casi como evidente es la película del director alemán Fritz Lang, Metrópolis (realizada en el año 1926). Esta obra que conmovió a Europa (6) por su descarnada y profética denuncia del totalitarismo, del poder, de la esclavitud económica y de la sobrepoblación y mecanización hasta el absurdo de las grandes ciudades, ha sido descuidada casi por completo y considerando su fecha de estreno en España (y particularmente en Granada) debe incluirse con justicia no sólo como una probabilidad, sino como una certeza. Obviamente no es posible asegurar ciento por ciento que García Lorca la haya visto el día del debut en su ciudad natal, pero dadas las repercusiones en la prensa y la afición al cine del poeta (como queda demostrado en su obra El paseo de Buster Keaton) hay que filiar a esta cinta como una fuente importante del libro lorquiano. Ian Gibson, en su ya citada biografía sobre García Lorca, es quizás el único estudioso que menciona el necesario vínculo entre la obra de Lang y Poeta en Nueva York. En apretada síntesis argumenta las razones por las cuales es más que probable que el poeta granadino tomase ciertos elementos del film para su visión sobre la ciudad norteamericana:


"Otro antecedente -esta vez cinematográfico- de la
visión lorquiana de Nueva York era Metrópolis, la
famosa película de Fritz Lang. Lorca no estaba en
Madrid cuando, el 23 de enero de 1928, se estrenó
allí la película -llamada tiempo antes por Luis Bu-
ñuel, en La Gaceta Literaria, "el más maravilloso
libro de imágenes que se ha compuesto"- pero cues-
ta trabajo creer que no la viera cuando, en febrero
del mismo año, se dio a conocer, a bombo y plati-
llos, en Granada. Si la película (...) aún nos con-
mueve, és fácil imaginar el impacto de la cinta so-
bre el público de 1928. La equiparación entre la
metrópoli de Fritz lang y Nueva York era ineludi-
ble. Manuel López Banús, redactor de Gallo, la
revista de Lorca, ha recordado la honda impresión
que a él y a sus compañeros les hizo aquella pelí-
cula que, durante días, fue profusamente comenta-
da en la prensa granadina (...) (7)



Si se da como un hecho el conocimiento de Lorca de este extraordinario film es fácil suponer que, al verlo, el poeta fuese conmovido por sus escenas que, sin cesar y de forma casi obsesiva, postulan una visión de mundo que toca la alienación, la masificación, la mecanización y la deshumanización, en términos ortegeanos, del hombre futuro. Desde luego ha de pensarse también que esta película servirá como un antecedente importante en las obras de George Orwell, 1984 y de Aldous Huxley, El mundo feliz, entre otros textos que abordarán, desde distintas perspectivas, temas como los que plantea Fritz Lang.
Entrando en un estudio comparativo de las obras Metrópolis y Poeta en Nueva York, piezas que han de perdurar como una denuncia de un presente que peligrosamente se proyecta en un futuro de desolación y de una civilización que más se acerca, por su frialdad y olvido de los valores humanos, a la "barbarie civilizada", habrán de señalarse una serie de tópicos comunes que bien pueden hablar de un diálogo estrecho entre las visiones que poseen el director y el poeta.
En primer lugar deberá consignarse la preocupación por el tema urbano, asunto que prefijará buena parte de la cinematografía y de la poesía contemporánea. Si bien Lorca habita en una ciudad de provincias, Granada, o en una capital pequeña de Europa, Madrid, su voluntad por conocer otros mundos y en especial Nueva York le sitúan en una profética visión de lo que el mundo llegará a convertirse: un hervidero de macrociudades superpobladas y casi insufribles. En segunda instancia, el preocupante poder del dinero, representado en la película por la clase aristocrática y por el personaje Jon Fredersen, Señor de Metrópolis y padre de Freder, el protagonista que irá perdiendo progresivamente su inocencia en una suerte de viaje órfico a los infiernos. La avaricia, el lucro, la especulación y el poder serán las fuentes de la gran mayoría de las injusticias sociales y motivo de la separación en castas (los habitantes de la superficie y los de las profundidades, en el caso de Lang) que aparecerán en Poeta en Nueva York como aquellos que son condenados a través del trabajo a perpetuar la esclavitud. Valgan como ejemplo los versos del poema "Grito hacia Roma" donde se establece esta terrible realidad:


...
"No hay más que un millón de herreros
forjando cadenas para los niños que han de venir."
... (8)



Un tercer punto (de semejanza incuestionable entre las obras que aquí se comparan) es la mecanización del mundo, segunda fuente de esclavitud del hombre, que abandona su condición de ser humano para convertirse en un apéndice de la máquina. Los habitantes de Metrópolis -y de Nueva York- son multitudes que se desplazan como verdaderos zombies hacia o desde el trabajo a través de ascensores gigantes, autopistas interminables, escaleras sin fin y audaces rascacielos. La naturaleza es asesinada, expoliada y exhibida casi como una pieza de museo. La tradicional oposición entre naturaleza y civilización expuesta por Menarini y Del Río (9) adquiere tanto en Lorca como en Lang un sesgo apocalíptico que evoca la destrucción en pos del progreso de los sueños armónicos de un futuro promisorio. Las multitudes que orinan o vomitan en los espejismos lorquianos, los millones de patos, cerdos, vacas, corderos y gallinas muertos para alimentar a esa imposible ciudad (y nótese la idea del sacrificio de lo natural en el altar del progreso), la interminable exposición de los laberintos que pueblan una ciudad inacabable e inhumana (donde la atenta mirada de Lang puede acercarse a la exageración o a la fantasía), rompen con toda la posible armonía de una vida que pueda considerarse como vivible en términos y proporciones humanas. Incluso el sueño del poeta Whitman (que ha imaginado a los Estados Unidos como una tierra portentosa en su indomable paisaje de innumerables recursos) se ha vulnerado por completo y así lo denuncia García Lorca en su "Oda a Walt Withman" donde:


...
"Una danza de muros agita las praderas
y América se anega de máquinas y llanto"
... (10)


Entendiendo con esto que aquellas praderas sin delimitación posible han sido demarcadas, encerradas y aún peor que eso, anegadas con máquinas que sólo han traído el llanto de los que han de servirlas como auténticos esclavos.
Relacionado con el punto anterior esta el tema de la robotización y de la suplantación del hombre por la máquina. En la cinta de Fritz Lang, María (que representa el amor, la justicia y la historia profética de la Torre de Babel como ejemplo destructor de la ambición humana) es reemplazada por una mujer robot que es realizada a su imagen y semejanza por Rotwang, el inventor. En este punto el director alemán nos plantea los peligros de la tecnología como una posibilidad de desplazar al ser humano por la máquina. Lorca no va tan lejos, pero si es notable su idea permanente del espejismo, de la falsedad, de la apariencia como un riesgo al que conduce la desenfrenada confianza en el progreso y en la automatización de la existencia. Si bien el poeta granadino no nos habla directamente de robots si plantea a los habitantes de la ciudad como verdaderos golems que, como se ha dicho, transitan por las calles en una interminable procesión de multitudes.
Un último asunto a considerar (entendiendo que es posible establecer interminables asociaciones entre la película y el poemario) es la propuesta lorquiana -y de Lang- de presentar un mundo de opresores y oprimidos. Si bien Lorca ya había desarrollado el tema en libros como Romancero gitano (y que Menarini y Del Río asocian con el ciclo neoyorkino) es en Poeta en Nueva York donde llevará este tópico hasta sus últimas consecuencias. En su visión, los negros (que han traicionado a sus orígenes perdiendo su africaneidad y occidentalizándose) son los condenados a servir, a ser los esclavos de sus amos blancos (nótese la fuerte denuncia que realiza el poeta en un país donde la completa igualdad de razas sólo se lograría a finales de la década de los sesentas). Sus angustias, sus lágrimas, sus penurias son evocados en la "Oda al Rey del Harlem":


...
"¡Ay, Harlem! ¡Ay, Harlem! ¡Ay, Harlem!
¡No hay angustia comparable a tus rojos oprimidos,
a tu sangre estremecida dentro del eclipse oscuro,
a tu violencia granate sordomuda en la penumbra,
a tu gran rey prisionero con un traje de conserje!"
... (11)


Este pueblo cautivo, transterrado y oprimido es, sin duda alguna, el mismo que descarnadamente nos muestra Fritz Lang en el mundo de las profundidades donde los obreros-esclavos trabajan para sus amos ricos. Tanto Lorca como el realizador alemán nos hablan de un "mundo sobre la superficie" y otro "bajo la superficie", un mundo de dominadores y de dominados, de ricos y pobres, de aristócratas ociosos y de obreros explotados. En el caso de Lang no hay un enfrentamiento racial, aunque las condiciones del mundo de los privilegiados y el de los que están a su servicio son casi idénticas a las enunciadas por García Lorca. Lo que sí los aúna es la posibilidad y la esperanza de revertir esta situación, de restablecer o crear la justicia que necesariamente pueda salvar esa oprobiosa existencia. En Metrópolis se produce el alzamiento de las masas que, guiadas por el robot que suplanta a María, desencadenan un motín que al final desenmascara el engaño del inventor quemando a la supuesta humana (casi como una Juana de Arco) y develando que la auténtica María se encuentra prisionera del demente Rotwang, creador de la robot. Esta revolución produce un final feliz donde opresores y oprimidos pueden vivir en paz restableciendo la justicia a través del amor y el perdón (María señala que "sin el corazón no habrá entendimiento entre las manos y la mente"). En el caso de Poeta en Nueva York, esa reconciliación se ve mucho más lejana. García Lorca plantea que los negros han de reencontrar sus raíces, su negritud blanqueada en los afeites y en las costumbres adaptadas del mundo opresor, en un necesario regreso al universo de sus antepasados: a sus creencias, a su modo de vivir, a su entorno de diálogo y comunión con la naturaleza. Para Lorca los negros son naturaleza y han de restituirse para poder perpetuarse. La reconciliación no está clara, es más, el poeta profetiza en "Danza de la Muerte" que algún día, las lianas y la selva invadirán Wall Street, vengándose de aquellos que con el dinero y la especulación han esclavizado al pueblo negro.
Aunque esta pareciera una visión desesperanzada y terrible, García Lorca sorprende al lector con la última parte de su libro, "El poeta llega a La Habana", donde el poema "Son de negros en Cuba" insufla toda la alegría, la claridad, la luz y la candidez que Nueva York ha perdido. En este texto (tan cercano a la obra que Nicolás Guillén realizaría más tarde) el ritmo, la brisa, el calor y la luna se abren paso para decirnos que es posible recuperar la belleza, la justicia y la esperanza. Si no un final feliz, al menos una posibilidad que, una vez más, puede conectarse a esa voluntad que se aprecia en Metrópolis para reunir bajo la concordia a los habitantes de este mundo.



Santiago de Chile, mayo de 1998.-


(1) Diego, Gerardo. Poesía española contemporánea (1901-1934). Ed. Taurus. Madrid, 1981. (Nueva edición completa). p. 403.

(2) Gibson, Ian. Federico García Lorca. Dos volúmenes. Ed. Grijalbo. Barcelona, 1985 (Vol. I); 1987 (Vol.II).

(3) Revista "Poesía" Nos. 23-24. Federico García Lorca escribe a su familia desde Nueva York y La Habana (1929- 1930). Edición de Christopher Maurer. Ministerio de Cultu- ra de España. Madrid, 1985.

(4) Vid. la bibliografía reunida tras el artículo de Miguel García Posada Lorca y Alberti, pp. 373-382 en Rico, Francisco. Historia y Crítica de la Literatura Española. Época Contemporánea (1914-1939). Volumen VII. Ed. Crítica. Barcelona, 1984.

(5) Entre las fuentes literarias cabe destacar el libro de John Dos Passos Manhattan Transfer y el terrible, crítico y hasta profético libro -o libelo- de Ezra Pound Patria mía. Para otras posibles fuentes ver Gibson, Ian. Op. Cit. Vol. II. Cap. 1. pp. 9-12.

(6) Gibson menciona, en su libro ya citado, las críticas aparecidas en diversos periódicos granadinos dando cuenta del estreno del film en esa ciudad en febrero de 1928. Entre algunas, destaca "Metrópolis, el milagro de la pantalla" en "El Defensor de Granada" (5-II-1928), 1; "En el salón Re- gio. La prueba de Metrópolis." en "El Defensor de Granada" (7-II-1928), 1; y "Metrópolis, la ciudad sobre las ciudades" en "El Defensor de Granada" (9-II-1928), 1.

(7) Gibson, Ian. Op. Cit. Vol. II. Cap. 1. pp. 12-13

(8) García Lorca, Federico. Poeta en Nueva York. Editorial Séneca. México, D. F., 1940 (Primera Edición). p. 124.

(9) Menarini, Piero y Del Río, Ángel. Sobre poeta en Nueva York. Ensayo recopilado en Rico, Francisco. Historia y Crítica de la Literatura Española. Vol. VII. Op. Cit. pp. 392-396.

(10) García Lorca, Federico. Op. Cit. p. 131.

(11) García Lorca, Federico. Op. Cit. p. 46.

domingo, 25 de julio de 2010

APROXIMACIONES A LA POESÍA DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA por ANDRÉS MORALES








Pocos conflictos bélicos en el mundo han producido una poesía tan extraordinaria, abundante y rica como la guerra civil española (1). La tragedia de este conflicto fratricida no tiene parangón en la historia de la península y sus consecuencias pueden verse, hasta hoy, en diversos espacios de la sociedad española. Con la distancia de sesenta años que median entre el presente y el fin de las hostilidades en 1939, el balance ha de considerarse terrible y los sinsentidos inexplicables. Aún así, la única herencia valiosa es la producida en el ámbito de la cultura. La literatura, el cine, el teatro, la pintura y otras manifestaciones artísticas fueron el ámbito exclusivo por el que esta guerra puede considerarse como un referente importantísimo en la historia del arte occidental. Cuadros como “Guernica” de Picasso, novelas como L’espoir de Malraux, o poemas como “España, aparta de mi este cáliz” de Vallejo son el legado dramático de una guerra que enfrentó no sólo a aquellas “dos Españas” que señalara Antonio Machado, sino a una buena parte de las generaciones europeas de ese entonces.
Es indispensable señalar que la obra de una gran cantidad de los artistas de los días de la guerra civil cambiará en forma importante. El fenómeno bélico será el tema central en casi todas las disciplinas del arte. Aquellas poéticas intimistas, los escritos de la vanguardia y hasta la revisión de los clásicos (2) serán desplazados hacia una estética de la contingencia, hacia una palpitante presencia de la realidad más evidente. Los poetas de la llamada generación del 27 como muchos autores europeos e hispanoamericanos (donde el caso de Neruda es paradigmático con su libro España en el corazón) va a transformarse radicalmente, al punto que es posible hablar, en la península y en los autores vinculados a ella, de un apresurado primer final de las vanguardias y un nacimiento claro del “realismo socialista”. Finalizado el conflicto, poetas como Vicente Aleixandre, Luis Cernuda o Emilio Prados retornarán a las búsquedas formales y estéticas que, por causas evidentes, dejaron congeladas hacia el año 1936.
Al revisar la poesía escrita por los autores de la época (españoles, hispanoamericanos y europeos) es posible aseverar con propiedad que la historia entra de forma contundente en el espacio de la poesía. Los textos del período evidencian, usando el término acuñado por Miguel Hernández, la “emergencia” de una literatura que no solo cumple un rol estético, sino que se proyecta hacia otras direcciones.
Los ejemplos de la poesía escrita en este lapso histórico sobrepasan ampliamente una enumeración jerárquica o canónica. Igualmente, es importante señalar que, superando las barreras generacionales, los autores españoles y extranjeros abrazan una de las dos causas en conflicto, formando un grupo compacto sobre una base ideológica y no literaria. Es así, que autores de las generaciones o “grupos poéticos” de 1898, 1914, 1927 o 1936 se unen tras un mismo sentido: dejar en claro su compromiso político con fines y funciones que describiré más adelante. Como muestra del bando republicano, baste citar a poetas tan distintos como Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez (cuya obra relativa a la guerra se publicó recién en la década de los ochenta bajo el título de Guerra de España), León Felipe, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, Emilio Prados, José Moreno Villa, Arturo Serrano Plaja, Rafael Alberti o Miguel Hernández. Del mismo modo, en el sector nacionalista, a los poetas Manuel Machado, Agustín de Foxá, José María Pemán, Dionisio Ridruejo, Luis Rosales o Eduardo Marquina, por nombrar sólo a algunos.
Así, y sin dejar de lado ni por un momento la especificidad estética de la obra literaria, la poesía del período (sin importar, insisto, procedencia, bando o nacionalidad) cumple distintos roles importantísimos al momento de establecer la “malla de significaciones”. Estos roles pueden categorizarse en distintas funciones que, me parecen, aclaran más que catalogan, las modalidades adquiridas por la mayoría de los autores aquí antologados.







1. Funciones de esta poesía







Sin intentar una denominación absoluta ni una clasificación exhaustiva, es posible comprobar una serie de funciones (o roles) que se configuran como características reiterativas en la poesía de la guerra. Estas “funciones” apelan directamente a un cambio notable en el destino y en la recepción de la obra literaria. La poesía intenta abandonar los espacios limitados para aquellos “conocedores” de la literatura. Sus preocupaciones apuntan más que a un trabajo con el lenguaje o la persecución de un ideal estético o filosófico, a una descripción, a una crítica o a una transformación de este género en un vehículo de ideas, posiciones o consignas. Por otra parte, la poesía “sirve” como instrumento para distintos fines: ideologizar, exhortar, enseñar, comunicar o mitificar a los receptores y contextualizar los temas que interesan en esos momentos.
La lectura exhaustiva de la poesía de la época (tanto española como extranjera, republicana o nacionalista) permite enumerar las distintas funciones que prefiguran, sin lugar a dudas, las diferentes temáticas desarrolladas por los autores de la guerra. Las funciones más representativas y recurrentes pueden reducirse a las siguientes que, para ilustrar al lector, complemento con algunos ejemplos:





1. Función exhortativa, ya sea como propaganda política o como llamado a sensibilizar al público lector (o auditor) hacia uno u otro bando. El caso más notable se encuentra en la obra de Miguel Hernández, fundamentalmente en su poemario publicado en 1937, Vientos del pueblo, específicamente en el romance “Llamo a la juventud”:



“Los quince y los dieciocho,
los dieciocho y los veinte…
Me voy a cumplir los años
al fuego que me requiere
La juventud siempre vence,
y la salvación de España
de su juventud depende” (3)





2. Función informativa (o de divulgación), donde el texto poético, fuera de poseer un valor estético se convierte en un espacio donde los lectores pueden “estar al tanto” de los hechos acontecidos recientemente, o bien, de aquellos pertenecientes a un pasado más lejano. El ejemplo paradigmático se encuentra en los miles de romances escritos en el bando republicano por autores anónimo o “espontáneos”, como también podría catalogárseles, Una muestra significativa es el “Romance del 7 de noviembre” de Luis Casalduero Musso que constituye un excelente punto de referencia:





“Vais a escuchar el romance
del heroísmo solemne
que tuvo un pueblo: MADRID,
allá por el siglo XX
a fines del año mil
novecientos treinta y seis,
bajo un otoño de cobre.
Era el siete de noviembre,
ya avanzan los moros, madre,
con sus alfanjes calientes
que asemejan medias lunas
Agusta Plaza Mayor,
sacos de arena defienden
severidades augustas” (4)





3. Función mitificadora, en que los poemas, aparte de informar sobre determinados hechos, agregan una fuerte dosis del imaginario del autor (y/o del imaginario colectivo) para realzar, muchas veces exageradamente, las acciones personales -de líderes o héroes- y del pueblo en general. Bajo este apartado pueden hallarse un número extraordinario de poemas. Quizás sea la poesía de Manuel Machado la que ilustre de mejor manera esta función. El soneto “Francisco Franco” entrega una imagen cabal del tono de esta modalidad:





“Caudillo de la nueva Reconquista,
Señor de España, que en su fe renace
sabe vencer y sonreír, y hace
Campo de pan la tierra que conquista.” (5)





4. Función pedagógica, aquella que ha de relacionarse con las posibilidades del propio poema para divulgar conocimientos históricos, políticos o de interés general, o, también, que sirve como instrumento para despertar la inquietud del lector para integrarse al mundo alfabetizado o, sencillamente, a las convenciones sociales. Sobresale aquí el famosísimo poema de Antonio Machado (recogido en múltiples antologías) “El crimen fue en Granada”, en homenaje a Federico García Lorca y que, sin duda, además del evidente tono elegíaco, establece un ejemplo a seguir en lo que a coherencia y lealtad se refiere (como un valor moral). También existen diversos ejemplos en el romancero anónimo y en algunos poemas realizados por los propios combatientes y destinados a la instrucción.







5. Función poética propiamente tal, en donde, fuera de tratar, sea directa o tangencialmente el problema de la contingencia, el poema cumple, sobre otras funciones, la específicamente estética, variando temáticamente según su autor. Los ejemplos posibles son
muchísimos. Cito aquí el hermoso poema de Emilio Prados “Vengo herido” que se encuentra incluido en el Cancionero menor para los combatientes (1936-1938):







“Vengo del agua del río
y vengo herido
al agua del mar:
¡Al agua del mar!
Por las aguas de la muerte
bajo sus quebrados puentes.
Por los puentes de la luna,
vengo de noche y a oscuras.”(6)

Todas estas modalidades pueden encontrarse en los poemas del gigantesco corpus de más de 3.000 poetas anónimos (7) y, también, en las decenas de autores “consagrados” de origen español y extranjero que entregaron su perspectiva personal de este conflicto (8) .







2. La poesía y su público





Entendiendo la importancia que adquiere la poesía de guerra como instrumento político, pedagógico, informativo y estético, es necesario comprender la divulgación de estas obras y la relación con su público.
Tanto en el bando republicano como en el nacionalista, la poesía de esta época posee una relevancia insoslayable. La causa de este fenómeno es la posibilidad cierta que tiene la literatura para transmitir las diferentes ideas y noticias. Las obras de los poetas consagrados como la de los poetas anónimos no sólo se deben asociar a una “espontaneidad” reactiva frente a las circunstancias concretas de la guerra, sino, a la voluntad, en ambos bandos, de convertirla en un medio para reafirmar la lealtad de la propia causa o bien, para convencer al contrario del error de la suya. De esta manera, las formas de transmisión de la poesía escrita en la zona republicana o nacionalista revisten una serie de singulares características.
Alocuciones radiofónicas, lecturas públicas (en teatros, plazas de toros o calles de las distintas ciudades), lanzamiento de cuartillas desde aviones, diarios murales, periódicos y revistas (militares, sindicales, literarias, etc.) serán los métodos de difusión de las obras escritas por los distintos poetas. El protagonismo que logrará la poesía en estos tiempos será prácticamente irrepetible. Desde la modestia de algunos periódicos o revistas (muchos de ellos impresos en la inmediata retaguardia del frente de batalla) hasta la imponente maquinaria propagandística de ambas posiciones políticas, los romances, sonetos y poemas cumplirán una decisiva misión en la ideologización de España.
La fundación de nuevas revistas y la activísima utilización de otras ya existentes será una de las características fundamentales que marque un florecimiento popular del género lírico. El público no se limitará a la pasividad de la lectura, sino que participará de forma contundente en la escritura, impresión y difusión de la poesía. El corpus de poetas anónimos y el número increíble de publicaciones de la época (9) permiten pensar en que el público se convierte, como en el antiguo romancero tradicional y popular, en protagonista del género. Ya no sólo será objeto del canto, sino que será el mismo público el que cante a su gesta colectiva, sintiéndose involucrado desde el íntimo acto de la composición hasta el destino último de la recepción.
Por otra parte, pensando en la fracción republicana, existe una clara voluntad desde el gobierno por realizar campañas concretas enfocadas a la culturización y alfabetización de las tropas. Con ese propósito son fundadas las “Milicias de Cultura”, organismos que tienen la misión de ampliar el horizonte intelectual de los soldados y que, con gran frecuencia, utilizaba poemas de autores consagrados o bien, de los propios soldados, para enseñar a leer a un porcentaje importante de los combatientes sin instrucción. Estas milicias (donde, por ejemplo, Miguel Hernández tuvo una destacada participación) no sólo enfocaban sus preocupaciones en la literatura, sino también en la música, el teatro y otras manifestaciones artísticas.
En el caso de los nacionalistas, la poesía quizá no tuvo el mismo rol protagónico que en el bando republicano, pero aún así, también fue utilizada como medio de propaganda eficaz para presentar su versión de la guerra y sus proposiciones ideológicas. Diferentes actividades de divulgación, encabezadas en muchas ocasiones por Eduardo Marquina, difundieron tanto en España como en Hispanoamérica la posición de los alzados.







3. Los poetas extranjeros





Tal como ya se ha dicho, la gran respuesta de los escritores de Europa e Hispanoamérica no tardó en producirse. La mayoría de los intelectuales y artistas de ambos continentes tomaron posiciones claras frente a una guerra que, de una u otra forma, presagiaba el destino de los próximos años. En estricto rigor, el porcentaje a favor de la república supera ampliamente la adhesión (o la no adhesión al bando republicano) a la fracción nacionalista.
Como ninguna guerra, el conflicto español atrajo una cantidad importante de escritores de todas las nacionalidades; ni siquiera la Primera Guerra Mundial (10), con su extraordinaria literatura, logró aunar tan diáfanamente a autores de muy vasta trayectoria con otros mucho más jóvenes e iniciándose en el oficio de las letras. Ya sea como corresponsales de guerra, como combatientes de las Brigadas Internacionales, como observadores o participantes en el histórico Congreso Internacional de escritores para la defensa de la cultura de 1937 (11) (también conocido como congreso de intelectuales antifascistas), los poetas, novelistas, dramaturgos y ensayistas del mundo volvieron su mirada y sus obras hacia la tragedia española.
Al revisar los principales poemas producidos durante la guerra civil por autores extranjeros, es posible señalar cuatro obras fundamentales, cuatro corrientes extraordinarias en la producción no española. Este pequeño corpus está constituido por las obras, “España en el corazón” de Pablo Neruda, “La victoria de Guernica” de Paul Eluard , “España aparta de mí este cáliz” de César Vallejo y los poemas escritos por la joven generación de poetas ingleses que se comprometieron extraordinariamente con la guerra de España, entre ellos, Archibald MacLeish, John Conford, Charles Donelly -estos dos últimos muertos en el frente-, Stephen Spender, Herbert Read, C. Day Lewis, W.H. Auden, Stanley Richardson, Margot Heinemann, Roy Fuller e incluso el novelista George Orwell (12).
Los tópicos desarrollados en estas obras son muy similares a los tratados por sus colegas españoles: rechazo absoluto al alzamiento nacionalista, ridiculización del enemigo, desesperanza y dolor, exhortación y mitificación, etc. La guerra se deja sentir con el mismo peso en los poetas extranjeros, a tal punto, que produce cambios fundamentales en sus obras, siendo el caso más notable el de Pablo Neruda quien señala con claridad:





“Preguntaréis ¿por qué su poesía
no nos habla del sueño, de las hojas,
de los grandes volcanes de su país natal?




¡Venid a ver la sangre por las calles,
venid a ver
la sangre por las calles,
venid a ver la sangre
por las calles!” (13)




De igual forma, los poetas británicos son tocados profundamente por el conflicto peninsular. Tal como señala Guillermo de Torre en su breve ensayo Poetas ingleses de la guerra de España (14) estos autores inauguran todo el movimiento posterior de la poesía social que se desarrollará en el Reino Unido. Spender, Barcker, Auden y MacNeice serán considerados “padres” de esta nueva corriente.
Bern Dietz autor de una notable antología sobre la poesía inglesa de la guerra civil (15) , apunta algunas particularidades de los poetas británicos comprometidos con el conflicto español, distinguiendo la poesía escrita en Inglaterra de la escrita en la propia España, de los combatientes y los no combatientes y señalando algunas modalidades que incidieron en la producción de esos años (intentar influir en el decurso de la contienda despertando las conciencias de los no comprometidos, catalizar la guerra como crisis personal para los procesos individuales de búsquedas de la propia identidad y asumir la guerra como fuente sumunistradora de experiencia que permita articular una poesía meditativa) (16).
Comprobar la increíble cantidad de páginas escritas sobre la guerra permite reflexionar no sólo en la importancia del conflicto y su trascendencia hasta los días presentes, sino también, comprender la vigencia de una literatura que excede el campo de lo estético para proyectarse en la experiencia vital y en la certeza de los ideales tantas veces perseguidos por la humanidad.





4. Lectura actual de la poesía de guerra





La valoración de esta poesía, alejado ya el fantasma de la división y de los rencores que tanto separaron al pueblo español, debe hacerse considerando la condición especular que poseen -frente a una sociedad en crisis, fragmentada y en plena belicosidad- la gran mayoría de los textos; siendo esta literatura una fusión de hechos y pura creación, como también el espacio crítico, reflexivo, irónico, humorístico, dramático y de testimonio (un término bastante polémico y manido en la actualidad) donde los acontecimientos y, fundamentalmente, los conceptos de sociedad, estado, nación y mundo, se enfrentaban irremediablemente en un país donde coexistían, al menos, y en palabras de Antonio Machado, “dos Españas”.
Esta vieja idea, expresada por Menéndez y Pelayo como la existencia paralela en la península de “ortodoxos y heterodoxos” logra perfilar dos variantes opuestas de lo que habría sido, era y debía ser España, viéndose como fatal e ineludible la división de la nación ibérica. Estas visiones que deben situarse necesariamente en la génesis y en el primer desarrollo del estado español (que en su intolerancia no respetó las diferencias de credo, de etnia o de cultura) habrían de contener el germen de su propio fracaso en el nacimiento de España como estado -e imperio- europeo y en su extensión remitida al siglo veinte en el brutal enfrentamiento fratricida de la guerra civil. Un “determinismo histórico” (si vale el término) que sería, entonces, insoslayable y que iría enfatizando, diferenciando y remarcando las concepciones de una España autocontemplativa, centralista y cerrada o de una España vinculada a Europa y el resto del mundo; de una nación con una religión con apellido y otra laica, a veces, tolerante; de una España negra, de la picaresca o desencantada y de otra triunfalista, autosuficiente y nostálgica de su antiguo imperio (17).
La poesía de la guerra (y en ocasiones la anterior al conflicto) será un verdadero “campo de batalla” para el contraste de estas ideas, a tal punto que, en algunos textos, se realizará una auténtica reinterpretación de la historia, una lectura parcial a conveniencia o un discurso encendido en favor o en contra de una de estas posiciones. A tal extremo llegará el compromiso (asunto que en el presente parece sólo una ilusión o, peor, un ingenuo malentendido) que hasta las formas poéticas elegidas por los autores de cada una de las fracciones en la guerra serán reflejo de estas concepciones, apropiándose, en el caso del bando republicano, casi de manera exclusiva, del romance (una forma clásica pero al mismo tiempo popular, de fácil memorización y dúctil para la recepción clara del lector o auditor) o, en el caso de los nacionalistas, del soneto (otra forma clásica -aunque italiana, introducida al castellano por Boscán- pero de tradición culta, de élite, con rememoranzas de la España carolingia y de los siglos de oro).
El compromiso ideológico y político es, sin discusión, una de las líneas centrales para la correcta interpretación de esta poesía. Junto a esta, al ya mencionado concepto de nación: plural o central, abierta o cerrada, polarizada siempre.
Aunque retornado a la estrecha relación entre esta literatura y los hechos históricos, la poesía de guerra evidencia no sólo funciones (de las que el autor es más o menos consciente a la hora de escribir sus textos) sino una “contaminación” o influjo de las circunstancias del momento de la composición o escritura que, a veces, pueden desviar la atención del lector hacia otros referentes no literarios y que, a mi parecer, fueron privilegiados por ambos sectores en conflicto. Este influjo debe ser entendido dentro de las acuciantes circunstancias de la época y van desde las consideraciones políticas hasta las estéticas. Se trata entonces de la inmediatez, de la improvisación, de la respuesta casi instantánea que esta literatura tiene ante los acontecimientos del ayer reciente o del mismo presente. De allí entonces la aparente circunscripción de los textos, en su condición de tributarios, a los hechos; y de allí también la relativización en torno a su peso como obras autónomas y propiamente líricas que la crítica ha hecho sobre ellas.
De esta forma, aparece el problema de la valoración del objeto literario como supeditado a la ideología del autor, del lector o del crítico para su correcta o incorrecta “puesta en escena” dentro del contexto literario, problema que ha subsistido hasta hoy con la poesía de ambos bandos. Por otro lado, esta valoración estética pareciera estar esclavizada a la cabal comprensión de los hechos históricos, por lo que se problematiza aún más este asunto (18) .
Puede pensarse que el lector o bien el crítico deben acudir, hoy día, casi sin remedio, a las fuentes históricas y desprejuiciarse políticamente a la hora de enfrentarse a esta literatura. Pero, y he aquí el prodigio y el valor de la creación en su capacidad de generar mitos, visiones e ideas (y en la posibilidad de superar lo inmediato de los hechos) esta poesía permite -y casi exige- la conmoción del lector por su extraordinaria humanidad, su facultad de evocación y por una suerte de “facilidad” ( no facilismo), de frescura y de fluidez que los poemas logran en su condición de textos desde un análisis estrictamente literario.





1. El presente estudio es el resultado de la reelaboración de la investigación realizada en 1983, La poesía de la guerra civil española. (Estudio y Antología). Tesis para optar al grado de Licenciado en Literatura (371 pp.), presentada en el Departamento de Literatura de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile. De igual forma, se ha utilizado como fuente importante el artículo Aproximación a una lectura histórica y literaria de la poesía de la guerra civil española, publicado en la “Revista Chilena de Humanidades” N. 16. Santiago de Chile, 1995, que es la transcripción corregida y aumentada de la ponencia leída en el Seminario “Historia y Literatura” organizado por la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, la Fundación Mario Góngora y la Sociedad de Escritores de Chile (SECH), en Santiago de Chile entre los días 4 y 6 de junio de 1995. También ha sido incluído como “Prólogo” a la Antología poética de la guerra civil española España Reunida. Ril Editores. Santiago de Chile, 1999.

2. Me refiero esencialmente al gongorismo del 27. Por otra parte, la mirada hacia los clásicos deriva hacia la recuperación de la épica del romancero tradicional y del romance como forma poética vitalizada para la poesía culta (en la primera mitad del siglo veinte) por autores tan significativos como Antonio Machado (“La tierra de Alvargonzález”) o Federico García Lorca (Romancero gitano).

3. Hernández, Miguel. Viento del pueblo, en Obras Completas. Editorial Losada. Buenos Aires, 1976 (Tercera Edición), pp. 279 - 282.

4. Extraído de Salaün, Serge. Romancero de la defensa de Madrid. Editorial Ruedo Ibérico. Barcelona, 1982,
pp. 141 - 144.

5. Machado, Manuel. Poesía. Barcelona, 1940.

6. Prados, Emilio. Cancionero menor para los combatientes (1936-1938). Editorial Hispamérica. Madrid, 1977. (Edición faccsimilar), pp. 43-44.

7. Cfr. Salaün Serge. “Advertencia preliminar”, “Introducción” y “Análisis”, en Romancero de la guerra de España. Seis volúmenes. Editorial Ruedo Ibérico. París - Barcelona, 1971-1982, pp. 5-85.

8. Entre los poetas extranjeros (algunos de ellos incluidos en esta antología) debe citarse ineludiblemente a Pablo Neruda, Nicolás Guillén, Octavio Paz, Vicente Huidobro, Pablo de Rokha, César Vallejo, Raúl González Tuñón, Juvencio Valle, Alfonso Reyes, Wystan Hugh Auden, Stephen Spender, Bertold Brecht, Paul Eluard, Luois Aragon, Lagston Hughes, Vladimir Holan, Jules Supervielle, Tristan Tzara, Ilya Ehrenburg, Josef Hora y un largo etcétera, sin mencionar al gran número de narradores (entre los que destacan André Malraux, Arthur Koestler, Ernest Hemingway y John Dos Passos) quienes, de una u otra forma, dieron testimonio de su paso por España o del impacto que les produjo la guerra.

9. En la fracción republicana hay que señalar, entre las revistas literarias más importantes a “Hora de España”, “Octubre”, “Madrid”, “Nueva Cultura” y “El mono azul”; entre las revistas impresas por los sindicatos, “Construcción”, “El Dependiente Rojo”, “Nuestra Verdad”, etc.; de las militares, “Fuego”, “Hierro”, “Ideas y Armas”, “Iskra”, “Stajanov”, “Tchapaiev” y “Voz Miliciana” entre muchas otras. En la fracción nacionalista, sobresalen “Vértice”, “El almendro y la espada” y “Arriba España”.

10. Vid. Góngora, María Eugenia. Poemas de la Gran Guerra. Ediciones Universitarias de Valparaíso. Valparaíso, 1980. También, The Penguin Book of First World War Poetry (Edited and with an introduction by Jon Silkin). Penguin Books. London, 1979.

11. Este Congreso fue realizado en las ciudades de Valencia, Madrid, Barcelona y París siendo la capital levantina el lugar donde se concentró el mayor número de escritores. Entre los múltiples delegados de todo el mundo es necesario señalar a: Alex Tolstoi (URRS), Tristan Tzara (Francia), Anna Seghers (Alemania), Raúl González Tuñón (Argentina), Juan Marinello (Cuba), Se-U (China), Alberto Romero (Chile), Stephen Spender (Inglaterra), Nicolás Guillén (Cuba), Vicente Huidobro (Chile), César Vallejo (Perú), André Malraux (Francia), Ilya Ehrenburg (URRS), Alejo Carpentier (Cuba), Pablo Neruda (Chile), Carlos Pellicer (México), Louis Aragon (Francia), Langston Hughes (USA), Bertold Brecht (Alemania) y un largo etcétera. Cfr. Aznar Soler, Manuel y Schneider, Luis Mario. II Congreso internacional de escritores para la defensa de la cultura (1937). Tres volúmenes. Generalitat Valenciana, Conselleria de Cultura, Educació i Ciència. Valencia, 1987.

12. Extraordinario testimonio de cómo influyó la guerra civil española en la conciencia de la juventud inglesa es la película de Ken Loach, Tierra y Libertad.

13. Neruda, Pablo. “Explico algunas cosas” de España en el Corazón. Himno a las glorias del pueblo en la guerra. Ediciones Ercilla. Santiago de Chile, 1938, p. 14.

14. Torre, Guillermo de. Poetas ingleses de la guerra de España en Tríptico del sacrificio. Editorial Losada. Buenos Aires, 1948.

15. Dietz, Bern. Un país donde lucía el sol. Poesía inglesa de la guerra civil española. Ediciones Hiperión. Madrid, 1981.

16. Dietz, Bern. Op. Cit., pp. 11-12.

17. Me refiero, obviamente a las diferencias entre la España leal o republicana y la España nacionalista.

18. Como necesario marco teórico inicial es interesante confrontar la tesis sostenida por C. M. Bowra en su libro Poesía y política (Editorial Losada. Buenos Aires, 1969).

REEDICIÓN DE "LA REALIDAD Y EL DESEO" DE LUIS CERNUDA





Luis Cernuda. Antología Personal. Editorial Visor. Madrid, 2002


Al cumplirse los cien años del nacimiento del gran poeta español Luis Cernuda (1902-1963), la editorial Visor de España reedita la Antología personal (es decir realizada por el propio autor sevillano). Miembro del “Grupo poético del 27”, Luis Cernuda es, hoy por hoy, una de las figuras más valoradas, junto a Federico García Lorca por los poetas y lectores de España e Hispanoamérica. Siempre polémico (sobre todo en sus ensayos críticos), su obra ha ido creciendo con el tiempo hasta convertirse en la que más ha influido en la nueva poesía peninsular. Ya Octavio Paz lo señalaba como uno de los nombres ineludibles de la poesía escrita en castellano durante el siglo veinte, Conviene revisitarla o descubrirla, sobre todo aquí en Chile donde creemos siempre que se escribe la mejor poesía y miramos con cierto desprecio las obras de los poetas españoles.
Interesante es agregar que la edición se acompaña de un compact disc con la voz de Cernuda, lo que valoriza aún más este libro ya que podemos oír fragmentos de La realidad o el deseo o Desolación de la quimera con la particular entonación y la fuerza que el autor imprime a sus poemas. Un libro necesario, imperdible y revelador.

viernes, 16 de julio de 2010

LA POESÍA DE RAFAEL ALBERTI: UNA MIRADA DESDE EL OTRO LADO DEL MAR por ANDRÉS MORALES




La extraordinaria obra de Rafael Alberti (1902-1999) es, sin duda alguna, una de las más significativas del grupo poético de 1927 (también llamado “Generación del 27”) y la que manifiesta buena parte de la evolución del género lírico en lengua castellana entre los años veinte y los años sesenta. Su importancia como figura de la gran poesía escrita por este grupo es sólo comparable a la de Federico García Lorca, Luis Cernuda o Vicente Aleixandre, y su influjo en las generaciones posteriores –españolas e hispanoamericanas- es incuestionable a la hora de realizar un balance de los significativos aportes, que en el siglo XX, ha entregado la lírica peninsular desde Antonio Machado o Juan Ramón Jiménez hasta Miguel Hernández, José Ángel Valente y Jaime Siles.
La partida de este poeta universal, intenso y comprometido, rompe el último vínculo vivo entre los autores históricos y los poetas actuales. De alguna manera, la lírica española inicia una etapa de huerfanía con su tradición y puede (y debe) valorar aún más los inconmensurables aportes de la llamada “Edad de plata” (aproximadamente entre los años 1920 y 1940) de la historia de su poesía.
Desde ese punto de vista, es necesario comprender y revisitar la obra de Rafael Alberti: observando su evolución, estudiando sus proyecciones, rastreando cuidadosamente su potente influjo en una parte importante de la lírica castellana de este siglo. Comprendiendo su trayectoria, sus intenciones, sus hallazgos, se podrá entender una buena parte de los rasgos más importantes de la poesía contemporánea.
Con la aparición de su primer libro, Marinero en tierra (1925) su voz se destaca como una de las más notables dentro de su grupo poético (1) . Precedido por el reconocimiento del Premio Nacional de Literatura de 1924, Alberti se consolida como un autor que, partiendo de las tradiciones andaluzas y la inteligente lectura de los cancioneros de los siglos XV y XVI, constituye (paralelamente a García Lorca) una poesía neopopularista como ha sido señalada por la crítica especializada (2) . Y es que tanto Alberti como García Lorca pueden ser considerados como auténticos “crisoles” donde confluyen y se actualizan las formas líricas más tradicionales junto a las tendencias vanguardistas de su época. De manera brillante, sus obras reúnen el peso de las grandes figuras del medioevo y de los “Siglos de Oro” junto a los recursos más arriesgados y renovadores que, en los albores del siglo XX, se ensayaban tanto en la literatura europea (expresionismo, cubismo literario, surrealismo, etc.) como en algunas voces de la literatura hispanoamericana (Huidobro, Neruda, Vallejo, etc.). Los versos transparentes, evocadores y hasta autobiográficos de Marinero en tierra (3), seducen al lector por su belleza y sencillez, produciendo el prodigio de un compromiso inmediato entre el hablante y el receptor quien no deja de sorprenderse por una increíble fluidez del verso desde las primeras páginas:


El mar. La mar.
El mar. ¡Sólo la mar!
¿Por qué me trajiste, padre,
a la ciudad?
¿Por qué me desenterraste
del mar?
En sueños, la marejada
me tira del corazón.
Se lo quisiera llevar.
Padre, ¿por qué me trajiste
acá?

(“I”)


Otro tanto acontece con ese diálogo con la tradición lírica española, donde la voz de los grandes poetas es actualizada de una forma juguetona, plena de humor, aunque no carente de una confesada admiración:


Si Garcilaso volviera,
yo sería su escudero;
que buen caballero era.
Mi traje de marinero
se trocaría en guerrera
ante el brillar de su acero;
que buen caballero era.
¡Qué dulce oírle, guerrero,
al borde de su estribera!
En la mano, mi sombrero;
que buen caballero era.

(“XII”)


Esta capacidad de integración del tono popular y de los clásicos castellanos será una virtud permanente en toda la producción albertiana. Aunque en algunos momentos de su trayectoria parece alejarse de este tratamiento tan singular, con el tiempo regresará a sus fuentes andaluzas y a las formas tradicionales que, hasta sus últimos poemas, seguirán presentes de forma indudable.
La vasta producción de Alberti es continuada por libros de intensísimo lirismo y belleza: La amante (1925), El alba del Alhelí (1927) y Cal y Canto (1929). Este último, escrito entre 1926 y 1927, iniciará una etapa muy importante para la poesía española de este siglo y señala una de las características más representativas del grupo poético de 1927: el “gongorismo”. Considerado como el segundo momento de su trayectoria literaria, el gongorismo en su poesía será el fruto de la investigación, recuperación y hallazgo de la figura del gran poeta barroco Don Luis de Góngora (4) . Precisamente en Cal y Canto, el poeta incluirá una serie de textos titulados “Homenaje a Don Luis de Góngora y Argote (1627-1927)”, donde confirmará su maestría en el uso del verso clásico realizando una paráfrasis notable de la escritura del cordobés:


Conchas y verdes líquenes salados
los dormidos cabellos todavía,
al de una piedra sueño, traje umbroso
vistiendo estaban, cuando desvelados,
cítaras ya, esparcidos,
por la del viento lengua larga y fría
templados y pulsados
fueron y repetidos,
que el joven caminante su reposo
vió, música segura,
volar y, estrella pura,
diluírse en la Lira, perezoso.
...


(De “Soledad Tercera, Paráfrasis Incompleta”)


Paralelamente al gongorismo, Alberti iniciará una escritura que la crítica ha calificado como surrealista. Libros como Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos y Sobre los ángeles (considerado históricamente como su libro más importante), ambos publicados en 1929, lo consagrarán como un autor que busca incansablemente todos los procedimientos posibles para alcanzar una intensidad lírica desde ángulos aparentemente opuestos, pero que él logra aunar transformándolos en complementarios. Esta sabia perspectiva, que no opone tradición a vanguardia, es quizás una de las lecciones más significativas que asienta la obra albertiana. Una mirada integradora, que rescata la tradición pero que no se rinde a ella, que sondea en la actualidad y en sus posibilidades, que no renuncia a intentar una síntesis que justamente es una de las claves para conseguir la pretendida “originalidad” tantas veces buscada casi obsesivamente por algunos poetas hasta la actualidad. Por otra parte, la introducción del humor (una característica paradigmática de la vanguardia) y la aparición del verso libre y blanco, en conjunto con la utilización de la imagen como centro articulador del poema (5), pueden aseverar con propiedad que Alberti se encuentra entre los poetas españoles (junto a Aleixandre, a García Lorca y a Cernuda) que fueron influenciados por el surrealismo. Como ejemplo de este momento albertiano, puede citarse el jocoso poema escénico (incluido en Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos), “Buster Keaton busca por el bosque a su novia, que es una verdadera vaca”:

..
¿Eres una dulce niña o eres una verdadera vaca?
Mi corazón siempre me dijo que eras una verdadera vaca.
Tu papá, que eras una dulce niña.
Una dulce niña,
Una verdadera vaca.
Una niña.
Una vaca.
¿Una niña o una vaca?
O ¿una niña y una vaca?
Yo nunca supe nada.
Adiós, Georgina.
(¡Pum!)


Pero el surrealismo albertiano debe también entenderse con la lectura de su libro Sobre los ángeles. Este texto, capital en su producción, aúna la imagen tradicional, fruto de sus lecturas bíblicas, con una visión humanizada de los personajes celestiales. Configurando una galería inigualable, Alberti consigue combinar un tema aparentemente clásico con procedimientos formales surrealistas y, más que eso, situar al hombre contemporáneo como un ser nostálgico del paraíso perdido (un tema central en toda la producción del poeta) que evidencia su soledad y su insatisfacción con la realidad:


...
¿Adónde el Paraíso,
sombra, tú que has estado?
Pregunta con silencio.
Ciudades sin respuesta,
ríos sin habla, cumbres
sin ecos, mares mudos.
...

Silencio. Más silencio.
Inmóviles los pulsos
del sinfín de la noche.
¡Paraíso perdido!
Perdido por buscarte,
yo, sin luz para siempre


(“Paraíso Perdido”)


Junto a esta entrada al universo angelical, Alberti va describiendo los distintos seres celestiales que, como en la mitología griega, son el reflejo de las virtudes y defectos del ser humano. Así se hallará “El ángel rabioso”, “El ángel mentiroso”, “El ángel bueno”, “El ángel avaro”, etc. Entre todos estos, “El ángel, ángel”, un retrato del más puro (y tal vez uno de los más líricos):


Y el mar fue y le dio un nombre
y un apellido el viento
y las nubes un cuerpo
y un alma el fuego.
La tierra, nada.
Ese reino movible,
colgado de las águilas,
no la conoce.
Nunca escribió su sombra
la figura de un hombre.


La proclamación de la II República Española será un hecho que marcará profundamente a Rafael Alberti al igual que a muchos otros intelectuales y artistas españoles. Significará un despertar político y otro cambio importante en su escritura poética. Poco a poco, los problemas sociales, las luchas ideológicas, las carencias y las esperanzas se irán apoderando de su discurso, hasta el punto que Alberti denominará a la escritura de esta época bajo el título de El poeta en la calle (6). El trágico estallido de la guerra civil aumentará el compromiso político del autor (7), quien adoptará la forma romance (de fácil memorización y arraigada en la conciencia popular española) junto a un ánimo exhortativo y un espíritu beligerante que defendía con gran intensidad los ideales traicionados por el ejército (8) . Así, libros como De un momento a otro (1937) o Capital de la gloria (1938), junto a la publicación de muchos poemas en diversas revistas de la época (“Hora de España”, “El mono azul” y “Octubre”, ésta última dirigida por el propio Alberti) serán la respuesta del poeta a una terrible realidad que terminó fracturando en dos a España por casi cuarenta años, con aproximadamente un millón de muertos y un larguísimo exilio que afectaría no sólo a Rafael Alberti, sino a la mayoría de los poetas, escritores, artistas e intelectuales de la España de la época.
Del período de la guerra civil hay una considerable cantidad de poemas de gran emotividad y honda denuncia. Entre ellos es posible destacar el “Romance de la defensa de Madrid” (9) , donde el poeta realiza un homenaje a la capital de España que resistió hasta el final de la guerra toda clase de ataques, cercos y bombardeos:


Madrid, corazón de España,
late con pulsos de fiebre.
Si ayer la sangre le hervía,
hoy con más calor le hierve.
...

Los hombres, como castillos
igual que almenas sus frentes,
grandes murallas sus brazos
puertas que nadie penetre.
Quien el corazón de España
quiere asomarse, que llegue.
¡Pronto! Madrid está cerca.
... (10)

Terminada la guerra el poeta debe salir al exilio. Primero a Francia, luego a Argentina y por último a Italia. Reside por largas temporadas en cada uno de estos países y su escritura se hace eco de la denuncia contra el régimen franquista. Por otra parte, su poesía inaugura ese “estallido de la nostalgia” que señala Ricardo Gullón (11) : una instancia de reflexión sobre la pérdida de la patria y una recuperación a través de las tradiciones –clásicas y populares- del espacio de lo hispánico en el reconocimiento de los americano y europeo, como el descubrimiento de realidades que evocan permanentemente su Andalucía natal y el paisaje ibérico y su reafirmación en la lectura de los autores españoles y en la escritura de poemas evocativos. De esta época y rememorando el exilio de miles de españoles que llegaron a tierras americanas, es su libro Coplas de Juan Panadero (1949-1953) (12). En él Alberti da la voz al español común y corriente, al obrero, pescador o campesino que llega al nuevo continente e recomienza su vida (13) :



1
Juan Panadero de España
tuvo, cuando la perdió,
que pasar la mar salada.

2
Pero aunque la mar pasó,
Juan Panadero de España
ni se fue ni se perdió.

...


9
Pobre y con el alma llena
de mis mares, pescador
fui por las mares chilenas.

10
Con gallegos y asturianos,
vascos y santanderinos,
pescador en Talcahuano.

11
Chile, ¿quién podrá olvidarte?
Juan Panadero de España
te cantará en todas partes
... (14)

(“Juan Panadero en América”)


Utilizando al mismo personaje, Alberti continuará la escritura de las coplas una vez que finalice su exilio. Su regreso, coronado con un escaño en las Cortes como diputado por el Partido Comunista, se impregnará de las luchas y reinvindicaciones de una España que iniciaba su tránsito a una democracia completa. Así, las Nuevas Coplas de Juan Panadero (1976-1979) (15) reunirá poemas que enfrentan la realidad de esa España que intentaba zafarse de los lastres franquistas y conciliar con la monarquía una salida pacífica a cuarenta años de divisiones y a las heridas de la guerra civil. Poemas como “Coplas de Juan Panadero a Dolores Ibarruri en su retorno a España” o “Coplas de Juan Panadero para el SI a la Constitución” -tal vez no sus mejores escritos pero rebozantes de pasión y entrega a la causa de una España democrática- serán fieles testimonios de un intento por fundir el tono popular de su escritura con los temas más candentes y de dominio común.
De esta misma época datan algunos versos estremecedores que el poeta dedicara póstumamente a su amigo Pablo Neruda . Como claro intertexto están los poemas que el chileno compusiera a la tragedia de la guerra civil en su extraordinario libro España en el Corazón:



No dormiréis, malvados de la espada
cuervos nocturnos de sangrientas uñas
tristes cobardes de las sombras tristes
violadores de muertos, no dormiréis.

Su noble canto, su pasión abierta,
su estatura más alta que las cumbres
con el cántico libre de su pueblo
os ahogarán un día, no dormiréis.

Venid a ver su casa asesinada
la miseria fecal de vuestro odio
su inmenso corazón pisoteado
su pura mano herida, no dormiréis.

No dormiréis porque ninguno duerme
no dormiréis porque su luz os ciega
no dormiréis porque la muerte
es solo vuestra victoria,
no dormiréis jamás porque estáis muertos. (17)

 
(“A Pablo Neruda en el corazón”)
 

Esta poesía civil, comprometida, de denuncia, será quizás la que más se haya divulgado del poeta gaditano. Sin desmerecerla por su fuerza, creo que ha llegado la hora de redescubrir la vastedad y riqueza de una obra que debe ser considerada no sólo como testigo de una época, sino como protagonista de un tiempo que, en la “sana inconformidad” (tan olvidada en este último tiempo de pactos, consensos y comodidades) no sólo buscó, sino que halló los mecanismos necesarios para que la poesía abandonara su armónica cadencia de rima de salón para describir el salto de la vanguardia que apunta a cielos, a veces muy lejanos, o para fundamentar el indispensable sentimiento de pertenencia, de raíz, de tierra, que todos los seres humanos en su apetencia angelical y telúrica habrán de conciliar en la certidumbre y la duda de la palabra poética.


Santiago de Chile, diciembre de 1999 - enero del 2000


 

1. Tal como el propio Alberti asevera en sus bellísimas memorias, La arboleda perdida (1942), es curioso señalar que su primera vocación no la constituyó la literatura, sino la pintura. A pesar de abandonar formalmente el cultivo de ésta, su presencia es insoslayable en toda su producción (sobre todo en su libro A la pintura). De igual manera, el poeta jamás dejó totalmente el dibujo, disciplina que continuó hasta su muerte.

2. Ricardo Gullón ha estimado varias etapas en la producción albertiana. Así, su escritura puede marcarse por una evolución en cinco momentos ampliamente reconocidos por la mayor parte de sus exégetas: neopopularismo, gongorismo, surrealismo, poesía política y estallido de la nostalgia. Vid. Gullón, Ricardo Alegrías y sombras de Rafael Alberti (primer momento) en “Ínsula”, N. 198, Madrid, 1963; Alegrías y sombras de Rafael Alberti (segundo momento), en “Asomante” N. 2, 1965. De igual forma el importante capítulo de Miguel García Posada, La poesía de la generación de 1927: Federico García Lorca y Rafael Alberti en Rico, Francisco, Historia y Crítica de la Literatura Española. Volumen VII: Época Contemporánea (1914-1939). Editorial Crítica. Barcelona, 1984.

3. Todas las citas de textos poéticos, salvo que se especifique otra fuente, provienen de Alberti, Rafael. Antología Poética. Editorial Losada. Buenos Aires, 1945 (2da. edición).

4. Es importante señalar que precisamente es en 1927 cuando la gran mayoría de los poetas de este grupo (y de allí proviene el nombre “del 27”) se reunirían -gracias al apoyo financiero del torero Ignacio Sánchez Mejías- en el Ateneo de Sevilla para conmemorar el tricentenario de la muerte del poeta cordobés. Una lectura poética, recordada por su recepción apoteósica, uniría las voces de Rafael Alberti, Federico García Lorca, José Bergamín, Luis Cernuda, Jorge Guillén y Dámaso Alonso entre otros.

5. A la par de una mayor libertad estilística que se manifiesta en el tono de los poemas y en la utilización del espacio en blanco y de los recursos gráficos.

6. Aunque la publicación de una antología con este título será bastante tardía (Edicions de la Librerie du Globe, París, 1966; incluye un poema de Pablo Neruda), ya en otras publicaciones el autor había manifestado su interés por agrupar bajo este título a su poesía civil y comprometida.

7. Como es bien sabido, el caso de Pablo Neruda será similar. El poema-libro España en el corazón (1937) es el testimonio más evidente.

8. Para revisar las particularidades y funciones de la poesía de guerra (comunes a la mayoría de los autores, tanto republicanos, nacionalistas como extranjeros), Vid. Morales, Andrés. Estudio Introductorio a España Reunida. Antología poética de la guerra civil española (1936-1939). Editorial Red Internacional del Libro. Santiago de Chile, 1999.

9. Publicado en la revista “El mono azul” el 29 de octubre de 1936.

10. Incluido en España reunida. Antología poética de la guerra civil española (1936-1939). Op. Cit.

11. Vid. nota 2 de este artículo.

13. Alberti, Rafael. Coplas de Juan Panadero (1949-1979). Editorial Bruguera. Barcelona, 1979.

14. Sin duda alguna hay una mención elíptica al épico viaje del barco “Winnipeg” que trajo a millares de exiliados españoles gracias a las gestiones de Pablo Neruda, el gobierno del presidente Pedro Aguirre Cerda y el S.E.R.E.

15. Alberti, Rafael. Coplas de Juan Panadero. (1949-1979). Op. Cit.

16. Reunido en el volumen Coplas de Juan Panadero (1949-1979). Op. Cit.

17. Incluido en la Cantata de la Resistencia, grabada por Alberti junto a la ntante venezolana
      Soledad Bravo.