Pocos conflictos bélicos en el mundo han producido una poesía tan extraordinaria, abundante y rica como la guerra civil española (1). La tragedia de este conflicto fratricida no tiene parangón en la historia de la península y sus consecuencias pueden verse, hasta hoy, en diversos espacios de la sociedad española. Con la distancia de sesenta años que median entre el presente y el fin de las hostilidades en 1939, el balance ha de considerarse terrible y los sinsentidos inexplicables. Aún así, la única herencia valiosa es la producida en el ámbito de la cultura. La literatura, el cine, el teatro, la pintura y otras manifestaciones artísticas fueron el ámbito exclusivo por el que esta guerra puede considerarse como un referente importantísimo en la historia del arte occidental. Cuadros como “Guernica” de Picasso, novelas como L’espoir de Malraux, o poemas como “España, aparta de mi este cáliz” de Vallejo son el legado dramático de una guerra que enfrentó no sólo a aquellas “dos Españas” que señalara Antonio Machado, sino a una buena parte de las generaciones europeas de ese entonces.
Es indispensable señalar que la obra de una gran cantidad de los artistas de los días de la guerra civil cambiará en forma importante. El fenómeno bélico será el tema central en casi todas las disciplinas del arte. Aquellas poéticas intimistas, los escritos de la vanguardia y hasta la revisión de los clásicos (2) serán desplazados hacia una estética de la contingencia, hacia una palpitante presencia de la realidad más evidente. Los poetas de la llamada generación del 27 como muchos autores europeos e hispanoamericanos (donde el caso de Neruda es paradigmático con su libro España en el corazón) va a transformarse radicalmente, al punto que es posible hablar, en la península y en los autores vinculados a ella, de un apresurado primer final de las vanguardias y un nacimiento claro del “realismo socialista”. Finalizado el conflicto, poetas como Vicente Aleixandre, Luis Cernuda o Emilio Prados retornarán a las búsquedas formales y estéticas que, por causas evidentes, dejaron congeladas hacia el año 1936.
Al revisar la poesía escrita por los autores de la época (españoles, hispanoamericanos y europeos) es posible aseverar con propiedad que la historia entra de forma contundente en el espacio de la poesía. Los textos del período evidencian, usando el término acuñado por Miguel Hernández, la “emergencia” de una literatura que no solo cumple un rol estético, sino que se proyecta hacia otras direcciones.
Los ejemplos de la poesía escrita en este lapso histórico sobrepasan ampliamente una enumeración jerárquica o canónica. Igualmente, es importante señalar que, superando las barreras generacionales, los autores españoles y extranjeros abrazan una de las dos causas en conflicto, formando un grupo compacto sobre una base ideológica y no literaria. Es así, que autores de las generaciones o “grupos poéticos” de 1898, 1914, 1927 o 1936 se unen tras un mismo sentido: dejar en claro su compromiso político con fines y funciones que describiré más adelante. Como muestra del bando republicano, baste citar a poetas tan distintos como Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez (cuya obra relativa a la guerra se publicó recién en la década de los ochenta bajo el título de Guerra de España), León Felipe, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, Emilio Prados, José Moreno Villa, Arturo Serrano Plaja, Rafael Alberti o Miguel Hernández. Del mismo modo, en el sector nacionalista, a los poetas Manuel Machado, Agustín de Foxá, José María Pemán, Dionisio Ridruejo, Luis Rosales o Eduardo Marquina, por nombrar sólo a algunos.
Así, y sin dejar de lado ni por un momento la especificidad estética de la obra literaria, la poesía del período (sin importar, insisto, procedencia, bando o nacionalidad) cumple distintos roles importantísimos al momento de establecer la “malla de significaciones”. Estos roles pueden categorizarse en distintas funciones que, me parecen, aclaran más que catalogan, las modalidades adquiridas por la mayoría de los autores aquí antologados.
1. Funciones de esta poesía
Sin intentar una denominación absoluta ni una clasificación exhaustiva, es posible comprobar una serie de funciones (o roles) que se configuran como características reiterativas en la poesía de la guerra. Estas “funciones” apelan directamente a un cambio notable en el destino y en la recepción de la obra literaria. La poesía intenta abandonar los espacios limitados para aquellos “conocedores” de la literatura. Sus preocupaciones apuntan más que a un trabajo con el lenguaje o la persecución de un ideal estético o filosófico, a una descripción, a una crítica o a una transformación de este género en un vehículo de ideas, posiciones o consignas. Por otra parte, la poesía “sirve” como instrumento para distintos fines: ideologizar, exhortar, enseñar, comunicar o mitificar a los receptores y contextualizar los temas que interesan en esos momentos.
La lectura exhaustiva de la poesía de la época (tanto española como extranjera, republicana o nacionalista) permite enumerar las distintas funciones que prefiguran, sin lugar a dudas, las diferentes temáticas desarrolladas por los autores de la guerra. Las funciones más representativas y recurrentes pueden reducirse a las siguientes que, para ilustrar al lector, complemento con algunos ejemplos:
1. Función exhortativa, ya sea como propaganda política o como llamado a sensibilizar al público lector (o auditor) hacia uno u otro bando. El caso más notable se encuentra en la obra de Miguel Hernández, fundamentalmente en su poemario publicado en 1937, Vientos del pueblo, específicamente en el romance “Llamo a la juventud”:
…
“Los quince y los dieciocho,
los dieciocho y los veinte…
Me voy a cumplir los años
al fuego que me requiere
…
La juventud siempre vence,
y la salvación de España
de su juventud depende” (3)
…
2. Función informativa (o de divulgación), donde el texto poético, fuera de poseer un valor estético se convierte en un espacio donde los lectores pueden “estar al tanto” de los hechos acontecidos recientemente, o bien, de aquellos pertenecientes a un pasado más lejano. El ejemplo paradigmático se encuentra en los miles de romances escritos en el bando republicano por autores anónimo o “espontáneos”, como también podría catalogárseles, Una muestra significativa es el “Romance del 7 de noviembre” de Luis Casalduero Musso que constituye un excelente punto de referencia:
“Vais a escuchar el romance
del heroísmo solemne
que tuvo un pueblo: MADRID,
allá por el siglo XX
a fines del año mil
novecientos treinta y seis,
bajo un otoño de cobre.
Era el siete de noviembre,
…
ya avanzan los moros, madre,
con sus alfanjes calientes
que asemejan medias lunas
…
Agusta Plaza Mayor,
sacos de arena defienden
severidades augustas” (4)
…
3. Función mitificadora, en que los poemas, aparte de informar sobre determinados hechos, agregan una fuerte dosis del imaginario del autor (y/o del imaginario colectivo) para realzar, muchas veces exageradamente, las acciones personales -de líderes o héroes- y del pueblo en general. Bajo este apartado pueden hallarse un número extraordinario de poemas. Quizás sea la poesía de Manuel Machado la que ilustre de mejor manera esta función. El soneto “Francisco Franco” entrega una imagen cabal del tono de esta modalidad:
“Caudillo de la nueva Reconquista,
Señor de España, que en su fe renace
sabe vencer y sonreír, y hace
Campo de pan la tierra que conquista.” (5)
…
4. Función pedagógica, aquella que ha de relacionarse con las posibilidades del propio poema para divulgar conocimientos históricos, políticos o de interés general, o, también, que sirve como instrumento para despertar la inquietud del lector para integrarse al mundo alfabetizado o, sencillamente, a las convenciones sociales. Sobresale aquí el famosísimo poema de Antonio Machado (recogido en múltiples antologías) “El crimen fue en Granada”, en homenaje a Federico García Lorca y que, sin duda, además del evidente tono elegíaco, establece un ejemplo a seguir en lo que a coherencia y lealtad se refiere (como un valor moral). También existen diversos ejemplos en el romancero anónimo y en algunos poemas realizados por los propios combatientes y destinados a la instrucción.
5. Función poética propiamente tal, en donde, fuera de tratar, sea directa o tangencialmente el problema de la contingencia, el poema cumple, sobre otras funciones, la específicamente estética, variando temáticamente según su autor. Los ejemplos posibles son
muchísimos. Cito aquí el hermoso poema de Emilio Prados “Vengo herido” que se encuentra incluido en el Cancionero menor para los combatientes (1936-1938):
“Vengo del agua del río
y vengo herido
al agua del mar:
¡Al agua del mar!
Por las aguas de la muerte
bajo sus quebrados puentes.
Por los puentes de la luna,
vengo de noche y a oscuras.”(6)
…
Todas estas modalidades pueden encontrarse en los poemas del gigantesco corpus de más de 3.000 poetas anónimos (7) y, también, en las decenas de autores “consagrados” de origen español y extranjero que entregaron su perspectiva personal de este conflicto (8) .
2. La poesía y su público
Entendiendo la importancia que adquiere la poesía de guerra como instrumento político, pedagógico, informativo y estético, es necesario comprender la divulgación de estas obras y la relación con su público.
Tanto en el bando republicano como en el nacionalista, la poesía de esta época posee una relevancia insoslayable. La causa de este fenómeno es la posibilidad cierta que tiene la literatura para transmitir las diferentes ideas y noticias. Las obras de los poetas consagrados como la de los poetas anónimos no sólo se deben asociar a una “espontaneidad” reactiva frente a las circunstancias concretas de la guerra, sino, a la voluntad, en ambos bandos, de convertirla en un medio para reafirmar la lealtad de la propia causa o bien, para convencer al contrario del error de la suya. De esta manera, las formas de transmisión de la poesía escrita en la zona republicana o nacionalista revisten una serie de singulares características.
Alocuciones radiofónicas, lecturas públicas (en teatros, plazas de toros o calles de las distintas ciudades), lanzamiento de cuartillas desde aviones, diarios murales, periódicos y revistas (militares, sindicales, literarias, etc.) serán los métodos de difusión de las obras escritas por los distintos poetas. El protagonismo que logrará la poesía en estos tiempos será prácticamente irrepetible. Desde la modestia de algunos periódicos o revistas (muchos de ellos impresos en la inmediata retaguardia del frente de batalla) hasta la imponente maquinaria propagandística de ambas posiciones políticas, los romances, sonetos y poemas cumplirán una decisiva misión en la ideologización de España.
La fundación de nuevas revistas y la activísima utilización de otras ya existentes será una de las características fundamentales que marque un florecimiento popular del género lírico. El público no se limitará a la pasividad de la lectura, sino que participará de forma contundente en la escritura, impresión y difusión de la poesía. El corpus de poetas anónimos y el número increíble de publicaciones de la época (9) permiten pensar en que el público se convierte, como en el antiguo romancero tradicional y popular, en protagonista del género. Ya no sólo será objeto del canto, sino que será el mismo público el que cante a su gesta colectiva, sintiéndose involucrado desde el íntimo acto de la composición hasta el destino último de la recepción.
Por otra parte, pensando en la fracción republicana, existe una clara voluntad desde el gobierno por realizar campañas concretas enfocadas a la culturización y alfabetización de las tropas. Con ese propósito son fundadas las “Milicias de Cultura”, organismos que tienen la misión de ampliar el horizonte intelectual de los soldados y que, con gran frecuencia, utilizaba poemas de autores consagrados o bien, de los propios soldados, para enseñar a leer a un porcentaje importante de los combatientes sin instrucción. Estas milicias (donde, por ejemplo, Miguel Hernández tuvo una destacada participación) no sólo enfocaban sus preocupaciones en la literatura, sino también en la música, el teatro y otras manifestaciones artísticas.
En el caso de los nacionalistas, la poesía quizá no tuvo el mismo rol protagónico que en el bando republicano, pero aún así, también fue utilizada como medio de propaganda eficaz para presentar su versión de la guerra y sus proposiciones ideológicas. Diferentes actividades de divulgación, encabezadas en muchas ocasiones por Eduardo Marquina, difundieron tanto en España como en Hispanoamérica la posición de los alzados.
3. Los poetas extranjeros
Tal como ya se ha dicho, la gran respuesta de los escritores de Europa e Hispanoamérica no tardó en producirse. La mayoría de los intelectuales y artistas de ambos continentes tomaron posiciones claras frente a una guerra que, de una u otra forma, presagiaba el destino de los próximos años. En estricto rigor, el porcentaje a favor de la república supera ampliamente la adhesión (o la no adhesión al bando republicano) a la fracción nacionalista.
Como ninguna guerra, el conflicto español atrajo una cantidad importante de escritores de todas las nacionalidades; ni siquiera la Primera Guerra Mundial (10), con su extraordinaria literatura, logró aunar tan diáfanamente a autores de muy vasta trayectoria con otros mucho más jóvenes e iniciándose en el oficio de las letras. Ya sea como corresponsales de guerra, como combatientes de las Brigadas Internacionales, como observadores o participantes en el histórico Congreso Internacional de escritores para la defensa de la cultura de 1937 (11) (también conocido como congreso de intelectuales antifascistas), los poetas, novelistas, dramaturgos y ensayistas del mundo volvieron su mirada y sus obras hacia la tragedia española.
Al revisar los principales poemas producidos durante la guerra civil por autores extranjeros, es posible señalar cuatro obras fundamentales, cuatro corrientes extraordinarias en la producción no española. Este pequeño corpus está constituido por las obras, “España en el corazón” de Pablo Neruda, “La victoria de Guernica” de Paul Eluard , “España aparta de mí este cáliz” de César Vallejo y los poemas escritos por la joven generación de poetas ingleses que se comprometieron extraordinariamente con la guerra de España, entre ellos, Archibald MacLeish, John Conford, Charles Donelly -estos dos últimos muertos en el frente-, Stephen Spender, Herbert Read, C. Day Lewis, W.H. Auden, Stanley Richardson, Margot Heinemann, Roy Fuller e incluso el novelista George Orwell (12).
Los tópicos desarrollados en estas obras son muy similares a los tratados por sus colegas españoles: rechazo absoluto al alzamiento nacionalista, ridiculización del enemigo, desesperanza y dolor, exhortación y mitificación, etc. La guerra se deja sentir con el mismo peso en los poetas extranjeros, a tal punto, que produce cambios fundamentales en sus obras, siendo el caso más notable el de Pablo Neruda quien señala con claridad:
…
“Preguntaréis ¿por qué su poesía
no nos habla del sueño, de las hojas,
de los grandes volcanes de su país natal?
¡Venid a ver la sangre por las calles,
venid a ver
la sangre por las calles,
venid a ver la sangre
por las calles!” (13)
De igual forma, los poetas británicos son tocados profundamente por el conflicto peninsular. Tal como señala Guillermo de Torre en su breve ensayo Poetas ingleses de la guerra de España (14) estos autores inauguran todo el movimiento posterior de la poesía social que se desarrollará en el Reino Unido. Spender, Barcker, Auden y MacNeice serán considerados “padres” de esta nueva corriente.
Bern Dietz autor de una notable antología sobre la poesía inglesa de la guerra civil (15) , apunta algunas particularidades de los poetas británicos comprometidos con el conflicto español, distinguiendo la poesía escrita en Inglaterra de la escrita en la propia España, de los combatientes y los no combatientes y señalando algunas modalidades que incidieron en la producción de esos años (intentar influir en el decurso de la contienda despertando las conciencias de los no comprometidos, catalizar la guerra como crisis personal para los procesos individuales de búsquedas de la propia identidad y asumir la guerra como fuente sumunistradora de experiencia que permita articular una poesía meditativa) (16).
Comprobar la increíble cantidad de páginas escritas sobre la guerra permite reflexionar no sólo en la importancia del conflicto y su trascendencia hasta los días presentes, sino también, comprender la vigencia de una literatura que excede el campo de lo estético para proyectarse en la experiencia vital y en la certeza de los ideales tantas veces perseguidos por la humanidad.
4. Lectura actual de la poesía de guerra
La valoración de esta poesía, alejado ya el fantasma de la división y de los rencores que tanto separaron al pueblo español, debe hacerse considerando la condición especular que poseen -frente a una sociedad en crisis, fragmentada y en plena belicosidad- la gran mayoría de los textos; siendo esta literatura una fusión de hechos y pura creación, como también el espacio crítico, reflexivo, irónico, humorístico, dramático y de testimonio (un término bastante polémico y manido en la actualidad) donde los acontecimientos y, fundamentalmente, los conceptos de sociedad, estado, nación y mundo, se enfrentaban irremediablemente en un país donde coexistían, al menos, y en palabras de Antonio Machado, “dos Españas”.
Esta vieja idea, expresada por Menéndez y Pelayo como la existencia paralela en la península de “ortodoxos y heterodoxos” logra perfilar dos variantes opuestas de lo que habría sido, era y debía ser España, viéndose como fatal e ineludible la división de la nación ibérica. Estas visiones que deben situarse necesariamente en la génesis y en el primer desarrollo del estado español (que en su intolerancia no respetó las diferencias de credo, de etnia o de cultura) habrían de contener el germen de su propio fracaso en el nacimiento de España como estado -e imperio- europeo y en su extensión remitida al siglo veinte en el brutal enfrentamiento fratricida de la guerra civil. Un “determinismo histórico” (si vale el término) que sería, entonces, insoslayable y que iría enfatizando, diferenciando y remarcando las concepciones de una España autocontemplativa, centralista y cerrada o de una España vinculada a Europa y el resto del mundo; de una nación con una religión con apellido y otra laica, a veces, tolerante; de una España negra, de la picaresca o desencantada y de otra triunfalista, autosuficiente y nostálgica de su antiguo imperio (17).
La poesía de la guerra (y en ocasiones la anterior al conflicto) será un verdadero “campo de batalla” para el contraste de estas ideas, a tal punto que, en algunos textos, se realizará una auténtica reinterpretación de la historia, una lectura parcial a conveniencia o un discurso encendido en favor o en contra de una de estas posiciones. A tal extremo llegará el compromiso (asunto que en el presente parece sólo una ilusión o, peor, un ingenuo malentendido) que hasta las formas poéticas elegidas por los autores de cada una de las fracciones en la guerra serán reflejo de estas concepciones, apropiándose, en el caso del bando republicano, casi de manera exclusiva, del romance (una forma clásica pero al mismo tiempo popular, de fácil memorización y dúctil para la recepción clara del lector o auditor) o, en el caso de los nacionalistas, del soneto (otra forma clásica -aunque italiana, introducida al castellano por Boscán- pero de tradición culta, de élite, con rememoranzas de la España carolingia y de los siglos de oro).
El compromiso ideológico y político es, sin discusión, una de las líneas centrales para la correcta interpretación de esta poesía. Junto a esta, al ya mencionado concepto de nación: plural o central, abierta o cerrada, polarizada siempre.
Aunque retornado a la estrecha relación entre esta literatura y los hechos históricos, la poesía de guerra evidencia no sólo funciones (de las que el autor es más o menos consciente a la hora de escribir sus textos) sino una “contaminación” o influjo de las circunstancias del momento de la composición o escritura que, a veces, pueden desviar la atención del lector hacia otros referentes no literarios y que, a mi parecer, fueron privilegiados por ambos sectores en conflicto. Este influjo debe ser entendido dentro de las acuciantes circunstancias de la época y van desde las consideraciones políticas hasta las estéticas. Se trata entonces de la inmediatez, de la improvisación, de la respuesta casi instantánea que esta literatura tiene ante los acontecimientos del ayer reciente o del mismo presente. De allí entonces la aparente circunscripción de los textos, en su condición de tributarios, a los hechos; y de allí también la relativización en torno a su peso como obras autónomas y propiamente líricas que la crítica ha hecho sobre ellas.
De esta forma, aparece el problema de la valoración del objeto literario como supeditado a la ideología del autor, del lector o del crítico para su correcta o incorrecta “puesta en escena” dentro del contexto literario, problema que ha subsistido hasta hoy con la poesía de ambos bandos. Por otro lado, esta valoración estética pareciera estar esclavizada a la cabal comprensión de los hechos históricos, por lo que se problematiza aún más este asunto (18) .
Puede pensarse que el lector o bien el crítico deben acudir, hoy día, casi sin remedio, a las fuentes históricas y desprejuiciarse políticamente a la hora de enfrentarse a esta literatura. Pero, y he aquí el prodigio y el valor de la creación en su capacidad de generar mitos, visiones e ideas (y en la posibilidad de superar lo inmediato de los hechos) esta poesía permite -y casi exige- la conmoción del lector por su extraordinaria humanidad, su facultad de evocación y por una suerte de “facilidad” ( no facilismo), de frescura y de fluidez que los poemas logran en su condición de textos desde un análisis estrictamente literario.
1. El presente estudio es el resultado de la reelaboración de la investigación realizada en 1983, La poesía de la guerra civil española. (Estudio y Antología). Tesis para optar al grado de Licenciado en Literatura (371 pp.), presentada en el Departamento de Literatura de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile. De igual forma, se ha utilizado como fuente importante el artículo Aproximación a una lectura histórica y literaria de la poesía de la guerra civil española, publicado en la “Revista Chilena de Humanidades” N. 16. Santiago de Chile, 1995, que es la transcripción corregida y aumentada de la ponencia leída en el Seminario “Historia y Literatura” organizado por la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, la Fundación Mario Góngora y la Sociedad de Escritores de Chile (SECH), en Santiago de Chile entre los días 4 y 6 de junio de 1995. También ha sido incluído como “Prólogo” a la Antología poética de la guerra civil española España Reunida. Ril Editores. Santiago de Chile, 1999.
2. Me refiero esencialmente al gongorismo del 27. Por otra parte, la mirada hacia los clásicos deriva hacia la recuperación de la épica del romancero tradicional y del romance como forma poética vitalizada para la poesía culta (en la primera mitad del siglo veinte) por autores tan significativos como Antonio Machado (“La tierra de Alvargonzález”) o Federico García Lorca (Romancero gitano).
3. Hernández, Miguel. Viento del pueblo, en Obras Completas. Editorial Losada. Buenos Aires, 1976 (Tercera Edición), pp. 279 - 282.
4. Extraído de Salaün, Serge. Romancero de la defensa de Madrid. Editorial Ruedo Ibérico. Barcelona, 1982,
pp. 141 - 144.
5. Machado, Manuel. Poesía. Barcelona, 1940.
6. Prados, Emilio. Cancionero menor para los combatientes (1936-1938). Editorial Hispamérica. Madrid, 1977. (Edición faccsimilar), pp. 43-44.
7. Cfr. Salaün Serge. “Advertencia preliminar”, “Introducción” y “Análisis”, en Romancero de la guerra de España. Seis volúmenes. Editorial Ruedo Ibérico. París - Barcelona, 1971-1982, pp. 5-85.
8. Entre los poetas extranjeros (algunos de ellos incluidos en esta antología) debe citarse ineludiblemente a Pablo Neruda, Nicolás Guillén, Octavio Paz, Vicente Huidobro, Pablo de Rokha, César Vallejo, Raúl González Tuñón, Juvencio Valle, Alfonso Reyes, Wystan Hugh Auden, Stephen Spender, Bertold Brecht, Paul Eluard, Luois Aragon, Lagston Hughes, Vladimir Holan, Jules Supervielle, Tristan Tzara, Ilya Ehrenburg, Josef Hora y un largo etcétera, sin mencionar al gran número de narradores (entre los que destacan André Malraux, Arthur Koestler, Ernest Hemingway y John Dos Passos) quienes, de una u otra forma, dieron testimonio de su paso por España o del impacto que les produjo la guerra.
9. En la fracción republicana hay que señalar, entre las revistas literarias más importantes a “Hora de España”, “Octubre”, “Madrid”, “Nueva Cultura” y “El mono azul”; entre las revistas impresas por los sindicatos, “Construcción”, “El Dependiente Rojo”, “Nuestra Verdad”, etc.; de las militares, “Fuego”, “Hierro”, “Ideas y Armas”, “Iskra”, “Stajanov”, “Tchapaiev” y “Voz Miliciana” entre muchas otras. En la fracción nacionalista, sobresalen “Vértice”, “El almendro y la espada” y “Arriba España”.
10. Vid. Góngora, María Eugenia. Poemas de la Gran Guerra. Ediciones Universitarias de Valparaíso. Valparaíso, 1980. También, The Penguin Book of First World War Poetry (Edited and with an introduction by Jon Silkin). Penguin Books. London, 1979.
11. Este Congreso fue realizado en las ciudades de Valencia, Madrid, Barcelona y París siendo la capital levantina el lugar donde se concentró el mayor número de escritores. Entre los múltiples delegados de todo el mundo es necesario señalar a: Alex Tolstoi (URRS), Tristan Tzara (Francia), Anna Seghers (Alemania), Raúl González Tuñón (Argentina), Juan Marinello (Cuba), Se-U (China), Alberto Romero (Chile), Stephen Spender (Inglaterra), Nicolás Guillén (Cuba), Vicente Huidobro (Chile), César Vallejo (Perú), André Malraux (Francia), Ilya Ehrenburg (URRS), Alejo Carpentier (Cuba), Pablo Neruda (Chile), Carlos Pellicer (México), Louis Aragon (Francia), Langston Hughes (USA), Bertold Brecht (Alemania) y un largo etcétera. Cfr. Aznar Soler, Manuel y Schneider, Luis Mario. II Congreso internacional de escritores para la defensa de la cultura (1937). Tres volúmenes. Generalitat Valenciana, Conselleria de Cultura, Educació i Ciència. Valencia, 1987.
12. Extraordinario testimonio de cómo influyó la guerra civil española en la conciencia de la juventud inglesa es la película de Ken Loach, Tierra y Libertad.
13. Neruda, Pablo. “Explico algunas cosas” de España en el Corazón. Himno a las glorias del pueblo en la guerra. Ediciones Ercilla. Santiago de Chile, 1938, p. 14.
14. Torre, Guillermo de. Poetas ingleses de la guerra de España en Tríptico del sacrificio. Editorial Losada. Buenos Aires, 1948.
15. Dietz, Bern. Un país donde lucía el sol. Poesía inglesa de la guerra civil española. Ediciones Hiperión. Madrid, 1981.
16. Dietz, Bern. Op. Cit., pp. 11-12.
17. Me refiero, obviamente a las diferencias entre la España leal o republicana y la España nacionalista.
18. Como necesario marco teórico inicial es interesante confrontar la tesis sostenida por C. M. Bowra en su libro Poesía y política (Editorial Losada. Buenos Aires, 1969).
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